En el
arte de contar cuentos lo primero es la historia. No. Lo primero es lo que
nosotros queremos contar al elegir esa historia. No. Lo primero es cómo contar.
O a quién contar. O dónde. No. Lo primero es querer. Querer contar una
historia.
 

Yo
quise contar cuando, hace nueve años, Ernesto Rodríguez Abad me preguntó si
quería formar parte de un taller de cuentos tradicionales en el que contaríamos
a niños. Tres personas, cada uno una parte del cuento. Después, ese mismo año, en
el Festival de Los Silos, hice un taller con Pep Durán. Este hombre, del que me
enamoré desde el minuto uno, nos hizo escoger a cada uno un álbum y compartirlo
con los demás. Yo escogí CASI, de Peter H. Reynolds. Estaba en catalán pero
igualmente lo conté. Y me enamoré del libro. Y de contar. Se ve que por aquel
entonces me enamoraba con facilidad.
 
A
partir de ahí los libros álbum aparecieron en mi vida y no han dejado de
hacerlo. Manuel Abril hablando sobre álbumes y Silvia Torrents, que por aquel
entonces contaba con libro, me abrieron una puerta que no he querido volver a
cerrar.
 
Cuento con libro. Quiero contar con libro. Me apasionan los álbumes. Cuento con libro
en mis sesiones familiares. Me siento bien, cómoda,
contenta. Tan cómoda y tan contenta que hasta hace bien poco no he empezado a
preguntarme por qué cuento con libro. Para qué. Así que he empezado a hacerme
algunas preguntas:
 
¿Son
todos los libros álbum oralizables?
¿Cuándo
contar con libro y sin libro?
¿Hasta
qué punto tiene sentido contar un álbum
puro
si no cuentas con el libro?
 
 
Todos los libros álbum no son oralizables. De eso se encarga el texto. Hay textos tremendamente poéticos o que funcionan como pinceladas literarias a la ilustración, que es la verdaderamente narrativa. Si apenas hay narrativa textual… ¿qué puedo contar? Tendría que convertir la imagen en texto. ¿Merece esto la pena? Depende del libro. Depende de a quién le contemos y para qué.
Hay
un álbum maravilloso que me viene a la cabeza: SOY UN ARTISTA. En él, Marta
Altés
nos presenta una historia llena de ironía en la que el texto consiste
en que un niño cuenta en primera persona cómo todo le inspira, es un artista,
es un genio… y la imagen muestra cómo su madre no se siente tan entusiasta como
él con su arte, ya que va haciendo la casa un desastre.
Desde mi experiencia personal este libro tal
cual está es difícilmente oralizable. Es compartible, es observable, lo
vemos juntos y lo disfrutamos, pero yo no lo incluiría en una sesión de cuentos.
No siempre es así. Hay muchos libros que no tienen texto pero que uno se inventa y funcionan de maravilla. Hay veces en que ni siquiera tienen que tener texto y uno no dice nada y el libro funciona y lo hace todo. Muchos suelen ser libros juego, puntos de partida, pero yo hablo de los álbumes en los que el texto y la imagen se complementan de tal modo que uno sin el otro no tendría sentido.
 
 
Veamos el ejemplo de LA CASA DE MI ABUELA,
de Pep Bruno y Matteo Gubellini. En
el libro un niño cuenta en primera persona que es su cumpleaños. Su abuela ha
olvidado la tarta y él debe ir hasta su casa atravesando el bosque para ir a
buscarla. Cuando entra, un montón de seres le dificultan la entrada o parece
que le persiguen. El texto no nombra quiénes son, pero vemos un vampiro, a
Frankestein, un esqueleto… y las ilustraciones nos muestran finalmente que su
abuela es una bruja. El texto no nombra absolutamente nada de esto. Si contamos
la historia mostrando el libro se genera el juego que a mí más me gusta y por
el que cuento con álbum. Yo estoy contando una cosa (el texto, adaptado a mí)
pero las imágenes están contando otra. La diferencia entre este libro y SOY UN
ARTISTA es que en este la historia está perfectamente estructurada y es mucho
más sencillo oralizarla. Está preparado para ser contado.
 
Y cuando me pregunto: ¿Y contar un libro sin
libro?
Normalmente y en mi opinión, los buenos álbumes se tienen que contar con
libro. LA CASA DE MI ABUELA no puede contarse sin libro
porque la ironía de la imagen, lo que hace al álbum algo muy rico, se perdería.
LA
BRUJA RECHINADIENTES, por ejemplo, es un cuento tradicional
maravillosamente editado por OQO pero que se puede contar sin libro
perfectamente. Las ilustraciones son estupendas pero la historia sobrevive  sin ellas. Yo, sin embargo, depende de a quién, lo cuento con
libro porque la ilustración de la bruja me aporta muchísimo y gusta bastante.
 
 
Por otro lado hay dos títulos que me encanta
contar, de Jon Klassen: YO QUIERO MI GORRO y ESTE NO ES MI BOMBÍN. Dos álbumes que a priori parecerían no
contables, como YO SOY UN ARTISTA, pero que a mí me han dado un juego de voces
y situaciones muy rico, contando una cosa y apareciendo otra en la ilustración.
Aparte, me sirve para explicar a los oyentes en qué consiste este tipo de libro
y abrirles un poco la puerta a los mismos.
 
Pero luego encontramos libros llamativos,
preciosos, perfectamente contables, como LA
OVEJITA QUE VINO A CENAR
LA VACA
QUE PUSO UN HUEVO. He aquí dos de mis grandes “best tellers”. Los cuentos desde
hace muchos años y siempre funcionan. Los he estado contando con libro siempre,
hasta que un día me he dado cuenta de que no tenía por qué. No hay nada que la
ilustración aporte especialmente a mi narración. Yo los puedo hacer ricos sin
necesidad de contar con el libro. No son álbumes en los que la imagen aporte
mucho, y están editados de un modo particularmente desastroso cuando se trata
de aguantar la trama o darle intriga al momento del paso de página. En
ocasiones tenía que tapar partes del libro para que no vieran qué sucedía
después, y esto en un buen álbum no pasa.
 

Ahora los cuento y llevo el libro y lo pongo cerca
de mí y les explico que lo que les voy a contar salió de ahí.

Mi último álbum “best teller” es UN POCO PERDIDO, del maravilloso Chris Haughton, que funciona
estupendamente, da mucho juego y está
hecho para ser contado con libro, con una estructura narrativa perfecta y una
historia conmovedora que encanta a las familias.
 
Así que sobre contar con o sin libro… busco, indago, me pregunto y decido. Escojo cuáles mostrar aunque ellos siempre me muestran a mí.