He tenido la suerte de poder acudir a la sesión de cuentos para personas adultas de mi compañero Diego G. Reinfeld titulada “Cuentos enmarañados” y quiero escribir esta breve entrada para plasmar de alguna manera la emoción que queda después de ver algo tan bien hecho. Esas cosas que cuando las vives las tienes que compartir, porque se trata de vivir para contarla, de revivirlo mientras se narra, como un buen libro o una buena peli.
Se realizó en la Fundación Cajacanarias, un lugar que ha comenzado a programar cuentos para todas las edades y que ha incluido los cuentos para adultos por primera vez este año.

Fue una sesión que comienza con un pacto y continúa con una canción. Ya empieza bien. Nos invita a crear una película con lo que vamos a escuchar. Y eso hacemos, una película. Una de esas pelis con una banda sonora repleta de chelos (al menos en mi mente). Una de esas pelis con algunos fundidos en negro, con historias paralelas, de varios personajes que enmarañan sus historias unos con otros.

No puedo decir mucho porque sería desvelar el auténtico secreto de la maravilla: escucharlo en directo y entender lo que cada uno quiera, pero sí puedo contar que es una sesión repleta de poesía, de realismo mágico, que encandila desde la primera historia: un hombre vende enciclopedias pero en realidad cuenta historias, vende sueños, esperanza, alegría, le esperan como al buen narrador que va a abrirnos los ojos a otros mundos, un hombre que sabe, con mirarnos a los ojos, cosas que nos paralizarían o nos devolverían la vida. Y tras su historia, otras cuatro, que se encadenan con un hilo conductor definido y sorprendente. El final, absolutamente maravilloso, un desenlace en el que todas las preguntas, o casi todas, encuentran respuestas, se generan otras tantas y se queda en el aire ese olor agridulce a flores de cementerio, ese olor a vida encharcada en ausencia, ese olor a muerte que no lo es, a cambio, a recrear y recreer, volver a creer en lo que no era posible.

La que queda es una sensación de puro goce estético tras haber escuchado, es decir: una experiencia sensorial. De esas sesiones de las que sales queriendo ser mejor narradora pero también mejor persona, mejor humana, mejor ser vivo.

Todo lo contado es de creación propia, narrado con una voz honesta, sincera, profunda, de los que se entregan y se emocionan cuando lo hacen.

Es un lujo descubrir a las personas que cuentan a través de lo que cuentan. Y sobre todo cuando se trata de un compañero con el que he compartido tanto camino, desde hace tantísimos años.

A la fantástica experiencia se le sumó tener a una amiga embarazada a mi lado y sentir las patadas de la bebé en su vientre mientras escuchaba, como quien empuja la vida para agarrarse a las historias.

En fin, estoy tan agradecida por tantas cosas… pero bueno, de entre todas ellas, hoy escojo agradecer a Diego este trabajo impecable.

¡Seguimos!