Hoy he regresado de Los Silos. Aún borracha de palabras y emoción, me planto ante el ordenador para dedicar unos minutos a repasar muy brevemente el festival, antes de caer rendida y dormir lo no dormido. Un inicio y un final de festival maravilloso, repleto de cariño y de ganas de vivirse y darse, conocerse y reconocerse. Los susurradores: una experiencia novedosa este año, traída desde Argentina por Ernesto Rguez. Abad, que consistía en susurrar poemas al público al oído, como se ve en la imagen. Emocionantísimo. Sentir la sonrisa del que escucha, el agradecimiento del que recibe.El zaguán: Tuve la suerte de compartir el zaguán de la anciana Doña Matilde (dentro de la ruta de los zaguanes, donde en petit comité el público hace una ruta por el pueblo y entra a tres casas, habiendo un narrador y un músico en cada una) con dos flautistas diferentes y encantadores. Jairo Cabrera el miércoles y Juani Cantero el jueves. Espectacular la manera en que se adaptaron al cuento y el modo en que consiguieron crear el ambiente de misterio que requería.

Imagen: “Susurradores” de Vanesa García Pérez

Los narradores: Mercedes Alfonso, cubana, sencillamente adorable, un verdadero enamorarse de los sentidos; la dulce Ifigeneia, griega y mágica: una caperucita, dijeron; Roberto Anglisani, italiano, que me emocionó hasta el tuétano con el cuento más largo y mejor contado que he escuchado nunca (sin duda, lo mejor que he visto en años). Carles García, valenciano enriojanado, que tuvo más sesiones que nadie y al que más pude disfrutar y compartir con todo el cariño del mundo (y que regó de vino y literatura a todo el que se le acercó); Juan Madrigal, alegre y calmo, al que ya conocía de otros festivales, Pedro Lópes, lisboeta con un sentido del humor de sentido altamente cuestionable; Nicolás Buenaventura, colombiano de palabra directa y templada; Carles Cano (valenciano), amable y entrañable, y los tinerfeños Carmen Cabeza, Andrés Novoa, Juan Manuel Moreno, Silvia Torrents, Aarón González y Ernesto Rguez. Abad, director del festival, de los que suelo disfrutar con frecuencia. Y los músicos de Bremen, César Martín y Diego Expósito, musiqueando por ahí sin parar. Las salas: Desde el patio del ex-convento hasta el salón de actos del IES Daute, pasando por la Sala de Actos del Ayuntamiento, del Centro de Salud, el patio de la Casa Verde, los zaguanes de las casas, la propia Plaza… allí se cuenta donde se precie. (Enhorabuena, Joana, por el trabajo y la decoración, por correr de un lado para otro sin perder la sonrisa) La feria del libro: Unos días en la casa de la banda de música, repleta hasta arriba de más de 700 ejemplares (tantos que algunos no pudieron salir de sus cajas), con un rincón de lectura maravilloso, colorido y siempre repleto de familias compartiendo letras. Otros días en el patio del Ayuntamiento (este año nos hicimos nómadas). Un placer compartir experiencias con Claudia, Isa, Óscar, Silvia y Araceli (que organizaron y me apoyaron en la labor vendeduril) pero este año sin Mar González, que nos regala maravillosos talleres todos los años y nos ayuda con sus conocimientos y buen gusto (aunque el año que viene nos resarciremos de esta ausencia). Por cierto, gracias también a Lolo por sus sillones y su ayuda y a David y Froi. La comida: Gracias Pepe, Carmen, Damián, del Bar La Luz, pegadito a la plaza… por el potajito de todos los días y el cariño. Un gustazo que te mimen más que en casa. La plaza. La calle: Este año el puente del 6 al 8 de Diciembre cayó un poco a trasmano, con dos días laborables en medio que rompieron bastante el ritmo del festival y la afluencia de público. Sin embargo, se respiraba la alegría de la gente y el movimiento del pueblo y los visitantes. Un tiempo inmejorable y una luna llena embriagadora.El sonido y la luz: FRANAUDIO. Un ejemplo de profesionalidad. El trabajo incansable de los que están detrás pero que están más adelante que nadie, sin los que nada podría funcionar. Un orgullo verles trabajar y superar los obstáculos con paciencia y efectividad. Ya son años trabajando para el festival. Y eso es por algo.El público: Inmejorable, como cada año. Vienen a escuchar, a darse. Sin ellos, sin los sentidos de los que vienen a compartir, esta profesión no tendría sentido. Un público que repite cada año y gente nueva que llega con ganas. Lo mejor, las familias que ya conozco porque son asiduos a la biblioteca, que se mudan a Los Silos esa semana y permiten que sus hijos falten a clase porque en el Festival reciben “otra clase de Educación”. Envidiable. En fin: Se me queda todo en el tintero porque hay muchas cosas que no viví de las que se realizaron: un emotivo acto de clausura, los cursos organizados por la Universidad y por FETE, sesiones de cuentos, Andrés metiéndose en el bolsillo a todas las mujeres en su espectáculo, la brujita de Hansel y Gretel proyectándose en la luna… Sin embargo, no puedo dejar de nombrar a Ingrid, por su trabajo en la organización, a Tatano, a Omaira… Es un equipo lleno de gente el que hace que todo funcione. En refin: es una maravilla seguir teniendo la oportunidad cada año de participar en el festival, de conocer narradores tan variados y de aprender, de seguir escuchando y respirando la magia de los cuentos, recordando que no estamos solos. Y seguir contando cuentos para que, como me contaron, la muerte no nos devore. (Pondré más fotos o algún link a otras páginas que las contengan en cuanto me haga con algunas).