Entre la ropa tendida sobre las plazas, sobre las calles, en azoteas y kioskos, en cafeterías y zaguanes, cada uno encontró su historia. Nos peleamos con el tiempo para poder escuchar a todos los narradores, nos refugiamos en la feria del libro cuando necesitábamos el calor de las páginas y las ilustraciones.
Las rutas de zaguanes, los tresillos de cuentos y las pequeñas sesiones en las plazas del pueblo evocaban la intimidad de la narración tradicional, el cuento de tú a tú, el calor y la cercanía. 
Los cuentos desde el balcón y los espectáculos individuales de los narradores llegaron a todo el que pudo asomarse.
Dosis magníficas de naturaleza, terror, humor, erotismo, música y poesía… tantas sensaciones como contadores y cuentos.
Un año más el Festival termina y uno vuelve a casa repleto y al tiempo a medio llenar. Siempre se quiere más. 
Les dejo aquí algunas fotos que he extraído del blog del festival o de su página en facebook.

Amalia Lú Posso, contando las historias de sus nanas negras. Sugerente, sensual, única.

Benita Prieto, una lección de cercanía, corrección y transmisión.

Fernando Elías en las actuaciones aleatorias de la plaza. 

Ana Coralia, una explosión de entusiasmo y expresión. Pura vida.

Mar González, que anduvo de un lado para otro contando cuentos, asesorando sobre libros álbum, enseñándonos a encuadernar o a hacer pop-ups… 

Y contando desde el balcón junto a Benita Prieto y Pini Hernández. Una experiencia totalmente nueva. Impresionante.