Hace tiempo que vengo encontrándome con mucha gente que se dedica
a contar cuentos de manera más o menos profesional, es decir: salen de sus
casas, de sus trabajos ordinarios, de sus aulas de colegio o instituto y se
ponen tras un micro en un bar, se suben en un escenario o son programados en
una biblioteca o librería ante un público infantil o adulto para contar historias.
Y hace tiempo que vengo encontrándome, porque es un tema viejo y
caldeado, con gente que cree que los cuentos solo sirven para transferir un
mensaje, enseñar algo, transmitir una verdad única o enseñarnos a vivir. Y los
cuentan con ese gran propósito: ser conducto de esa verdad fehaciente. Si los
cuentos no tienen moraleja, si no están cubiertos de enseñanza, si no son
didácticos, no sirven, no cuentan.
Y una cosa no tiene que ver con la otra. Obviamente, son muchos
los cuentos que nos transmiten valores o pueden despertar en nosotros ideas o
mensajes que nos ayuden en el camino. Sin embargo, el espacio del narrador, el
papel del que cuenta, no es, en mi opinión, ser el transmisor esencial de una
verdad única, ni un repartidor de moralidad. El narrador cuenta, y su papel es
entregarse a la palabra, a la sencillez y lo esencial de la comunicación
cercana y afectiva entre las historias y los que las escuchan.
Hay  contadores que no se plantean narrar cuentos sin que
tengan un mensaje final del que los niños aprendan o del que los adultos puedan
sacar en claro alguna idea que les ayude a resolver sus conflictos, y así lo
explican antes o después de cada cuento. Y me pone los pelos de punta el hecho de que se
usen los cuentos para FAVORECER LA IGUALDAD, para LA NO VIOLENCIA, para SUBIR
LA AUTOESTIMA, para, para, para.
Para.
Los cuentos no son recetas, no vienen con un prospecto con
condiciones de uso. Lo que se cuenta es recibido por cada oyente de forma
distinta. Alguien no  olvidará en su vida una historia por lo mucho que significó para él mientras a otro le
pasará totalmente desapercibida.

¿Soy maestro, educador social, padre o madre… y quiero usar los cuentos para
tratar tal o cual tema? Respetable. Comprensible. Perfectamente válido. ¿Soy narrador y cuento
únicamente cuentos con moraleja y explicación didáctica? No, por favor. No tenemos que estar educando todo el tiempo, por mucho que los cuentos favorezcan el crecimiento y tengan tanto que ver con la educación emocional, intelectual y demás. 
Las moralejas, en las fábulas, en algunas historias con cariz
cómico y siempre alternando con “cuentos y punto”. Me declaro defensora de los
“Cuentos y punto”. Yo cuento, y el que quiera extraer algún
mensaje que le sirva de ayuda o aprendizaje, estupendo. 
Si se educa, que sea de pasada, no como objetivo de la narración. Mi propósito es
compartir, expresar, despertar cosas, sorprender. 
Contar y punto.