Desde tierras escocesas me remonto un mes atrás para hacer recuento de lo vivido: escribir para recordar y recordar para escribir.
El ritmo acelerado de ir de avión en avión, de encuentro en encuentro, ha hecho que ahora, desde el frío escocés, mire atrás y quiera masticar de nuevo lo vivido. La digestión empieza por la boca y he saboreado muchísimo, pero ahora me ha vuelto a entrar hambre. Siempre me entra hambre.

El fin de semana del 30 de mayo al 2 de junio lo pasé en Arenas de San Pedro, Ávila, visitando por primera vez el Encuentro de Animadores de la lectura de Pizpirigaña. Llevan XIX ediciones y desde que sé que existe me llamaba la atención eso de que gente que se dedica a la mediación lectora se encontrara entre los árboles para escuchar ponencias, cuentos y otras actividades. Y allá que fui. Por suerte junto a Silvia Torrents, a quien no le puedo agradecer lo suficiente su presencia siempre.
Alquilamos un mini y allá nos fuimos desde Madrid, a disfrutar de los pueblos de la Vera y de lecturas, de ponencias… conocer a la querida Valeria Correa Fiz fue una oportunidad: ¡poderla mirar a los ojos de cerca y agradecerle que escriba!
Qué delicia la ponencia-podcast de Marchamalo, escuchar a Emilio Pascual, conocer de cerca el trabajo de Guti y Leticia Ruifernández y poderme llevar a casa su latita de Memorias en conserva (qué preciosidad).

Me traje el dulzor de Aldo Méndez tras oírle contar y compartir viaje de vuelta con él fue the cherry on top, como dicen aquí.
Aprender en un marco de árboles, con buena compañía y visitas a gargantas y pozas en los ratos fuertes de calor es una experiencia totalmente recomendable. Aquí el reel resumen que hice de ese finde.

Dos aviones después estaba en Gran Canaria, celebrando junto a Óscar Tiraida que se hubiera programado por primera vez fuera de Tenerife The brave squirrel para escolares en el Teatro Guiniguada. Todavía saboreamos el gustazo del viajito y las risas de la gente de 4 años.

Ese fin de semana, un avión más hasta Madrid para ir a Azuqueca de Henares y Quer, los dos lugares en que participé en el Maratón Viajero que organiza el Seminario de Literatura Infantil y Juvenil de Guadalajara.

Fueron dos días fantásticos de cuentos y la posibilidad de cenar con compañeros y compañeras que también estaban programadas. Los cuentos sin encuentro tienen un final algo más agrio. ¿Salir de contar e irte sola al hotel comparado con sentirte arropada? Además, el bueno de Estibi Minguez me llevó a la Feria del Libro de Madrid, en la que nunca había estado. Fui dando saltitos como un pajarillo de editorial en editorial de libro álbum. ¡Y poder abrazar a Carolina Lessa Brown! Rico como un buen trocito de chocolate negro.

Dos aviones después me dio la bienvenida Fuerteventura. Conducir por esa tierra hermosa, contar a un grupo de alumnado adolescente con diversidad funcional y dar un taller para familias y bebés, pasar el día junto a las bibliotecarias de La Oliva y regresar a casa sintiendo que todo tiene sentido no pasa siempre, y el sabor del agradecimiento es dulce.

Dos aviones después, y ya van 9, tocó el Maratón de los cuentos de Guadalajara, la gran fiesta de la gente cuentista, el gran buffet: 45 horas seguidas de cuentos narrados en diferentes espacios y tantísimas horas de conversaciones interrumpidas, encuentros a mediodía, a media tarde, en la madrugada,… y, especialmente, poder estar presente ante el trabajo de compañeras y compañeros. ¿Se puede aprender más de lo que uno hace y piensa que viendo a otras trabajar? ¡Lo dudo! Una gozada a cambio de compartir un cuento en la noche. Aquí un fotón del bueno de Israel Hergón.

Orgullosísima de mi compañeras Irene Reina y Aurora Cuero, fascinada con el trabajo de Cristina Verbena y Pato Badián…
El aderezo inesperado en el plato fue conocer La estrella azul, película de Javier Macipe que presentaron en una ponencia él y Oswaldo Pai. Ando deslumbrada por la historia desde entonces, escuchando a Más birras y leyendo a Atahualpa Yupanqui.

Dos aviones después, y ya van 11, se celebró en Úbeda la XXV edición del Festival En Úbeda se cuenta, y también el I Congreso de Narración Oral de Úbeda en el que participé en una mesa redonda hablando sobre la Narración Oral en Canarias.

Más fiesta, señoras, más encuentros, conversaciones, paseos, más aprender del compañerío, más alimento, sobre todo tras escuchar los cuentos de Pep Bruno y Alberto Sebastián. Qué feliz soy últimamente con los cuentos tradicionales.
No me imaginaba que podría llevarme tanto amor junto. Alicia Bululú y los viajes en su coche fueron como un buen desayuno tras haber dormido bien toda la noche.

Dos aviones después, y ya van 13, he estado en Cáceres en la IX Escuela de Verano de AEDA. El mejor postre, el buen café con su bombón y todo. 15 microponencias de compañeros/as que han resumido lo importante, lo esencial de nuestra profesión. 3 talleres en los que jugar y reflexionar. Paseos, comidas y fiestas. ¿Y Cáceres? ¿Qué le pasa a Cáceres? ¿Cómo es que es tan bonita y yo no me había enterado? ¿Han estado?
¡Ah! ¡Y la Jornada! En ella participé ofreciendo un taller sobre contar con libro álbum en el aula. Una hora y media que, obviamente, no me dio para nada pero en la que di todo lo que pude.

Esta escuela me ha dejado de nuevo esa sensación de calidez, esa alegría tranquila de manzanilla a media tarde, ese saber que estamos todas en la misma, que esta profesión solitaria lo es si tú quieres. Si no quieres, a golpe de teléfono o de café puedes tienes a otra que está como tú en un camino paralelo que se encuentra a cada rato con las mismas curvas, piedras y montes.

¿Y los viajes en coche junto a Elia, Mar, Estrella y Aurora? No se puede con tanto bueno.

Ahora, la querida tierra escocesa me trae sus sabores conocidos y sus gentes. El avión número 14 me ha dejado en este lugar de mi geografía emocional.
Contenta.
Orgullosa.
Nutrida.
Viva.
Agradecida: gracias. Gracias. Gracias.