Vine por el brillo, por el destello. Tengo que atrapar la sorpresa y dejar que me haga estallar.
Hago mías estas palabras de la poeta Tamara Grosso tras regresar del Oxford Storytelling Festival.

¡Aquí un vídeo resumen para que se hagan una idea!

¿Pasar un fin de semana en los Waterperry Gardens, a 20 minutos de Oxford, en un Festival de cuentos al que no he ido nunca? ¿Acudir a escuchar a narradores y narradoras de habla inglesa? ¿Ir de sesión en taller conociendo gente, hablando y compartiendo sobre Narración Oral y sobre cómo funciona en Inglaterra? ¿Ir, además, poco antes a Edimburgo y celebrar junto al querido David Campbell su 90 cumpleaños?
Sonaba bien pero ha sido mucho mejor. He dejado que la sorpresa me haga estallar.

Me encanta la lengua inglesa. Si puedo hablar en inglés, soy feliz. Si puedo escuchar y entender en inglés, soy feliz. Si puedo hacerme entender y contar cuentos, más todavía. Pero escuchar historias, conocer a narradores y narradoras ingleses, irlandesas… es un regalo muy grande.

También adoro ir a los Festivales a escuchar. La mayoría de las veces voy invitada, pero cuando tengo alguno cerca (y se ve que no tan cerca) y puedo ir de oyente y disfrutante, lo valoro muchísimo. Así que este viaje prometía mucho material a todas mis alegrías. También prometía algún recelo: viajar sola, ir sin conocer a nadie, no saber si el estilo del Festival me iba a gustar… y algo que a veces sucede cuando estás fuera y no te encuentras en tu mejor momento: preguntarte qué pintas aquí y quién te mandó y qué necesidad.

Por suerte todo ha ido bien. Este Festival te recibe como un buen amigo que te abre la puerta y te ofrece un potaje cuando hace frío. Se celebra en Waterperry Gardens, una casa georgiana con amplios jardines preparada para alojar a quienes cuentan y a quienes escuchan (hay un área de camping) y que ofrece distintos espacios para las sesiones. En la casa principal se encontraba el Salón de baile, la biblioteca y la habitación de cristal. Afuera, una Yurta y un Tipi. En la puerta de los grandes jardines, el anfiteatro.

El tema del Festival era “Earth conection Mycelium”. He aprendido que el micelio es el conjunto de los filamentos de los hongos que se despliegan bajo tierra formando raíces, y que, al parecer, se encargan de la descomposición y simbiosis en el bosque, son una red infinita bajo tierra y, aunque no están a la vista, pueden salvar el mundo. Este paralelismo con respecto a las historias me parece hermosísimo, así que pasé bastante tiempo descalza en los jardines para llevarme toda la energía posible.

El programa se desplegó desde la tarde del viernes hasta la noche del lunes, con cuatro o cinco sesiones o talleres teniendo lugar a la vez en los distintos espacios. Como suele suceder, había que elegir. Con las recomendaciones de las amigas narradoras que viven en Escocia y el programa en mano, fui escogiendo a veces y dejándome llevar la mayoría.

Me ha maravillado la calidad de la gente cuentista de Inglaterra. Se nota la profesionalización, la idea de que la Narración Oral es una actividad performática, había mucha presencia escénica, mucho trabajo corporal, vocal, amplitud de repertorio y recursos…

Me he enamorado de Nick Hennessey, Emily Hennessey y Charlotte Mooney. Qué trabajos tan profundos de investigación, qué despliegue de recursos, qué estructuras narrativas…
Me han encantado Jessie Wild y Nell Phoenix. Había mucha más gente contando pero decidí repetir con quienes me habían gustado para ver todo lo que proponían: sesiones para niños y niñas, algún taller… y así conocer menos gente pero más en profundidad.

La estructura del programa y los espacios permitían variedad y, en un mismo día, pude empezar la mañana con un taller de danza bretona, una sesión de cuentos larga, un taller de percusión africana, otra sesión, un taller sobre el paisaje en la narración oral, un ceilidh (baile tradicional)… en fin, días intensos, llenos de movimiento, naturaleza e historias.

También había una zona de market con tiendas de artesanías varias y librería y una zona de artes tradicionales como el tinte de lana, el trabajo de la madera o la cestería, y aquí podías observar pero también probar.

Los jardines de Waterperry son una verdadera preciosidad y el espacio merece muchísimo la visita, son un centro histórico de horticultura y guardan un museo, el anfiteatro donde tuvieron lugar las sesiones más espectaculares del Festival y una cafetería encantadora con unas galletas de morirse.

En fin, escribo para no olvidar, para seguir degustando la maravilla. Vuelvo con lo que necesitaba: inspiración, que debe ser algo así como respirar creatividad. Esta energía renovada espero que me aguante hasta la siguiente aventura. ¡Seguimos!