Uno de Cortázar
Estos días he estado probando a ver si conseguía entender cómo colocar un Podcast en el blog. Solo lo he logrado a medias: enlazándolo. Un día de estos entenderé cómo traer el reproductor hasta blogger.
Mientras tanto, les dejo un cuento que me recomendaron para contar: La inmiscusión terrupta, de Julio Cortázar, que forma parte de su libro “Último Round” publicado en 1969 por Siglo Veintiuno Editores, México.
Suelo contar el capítulo 68 de Rayuela, también escrito en gíglico, como este texto. Ése lo pongo otro día.
Aquí les dejo el enlace al podcast y a continuación comparto el texto:
LA INMISCUSIÓN TERRUPTA:
Íncipit
Hoy es lunes y los lunes son tiempo de principios. Dan ganas de empezar. Lo que sea.
Días de regalar íncipit (del latín incipit “empieza”), que son las primeras palabras de un texto.
Lo primero que se me ocurre es enumerar esa serie de inicios de los cuentos populares que hemos escuchado siempre:
Había una vez…
Hace mucho tiempo, en un país lejano…
En cierta ocasión…
Érase que se era…
Érase una vez…
Érase una vez y mentira no es…
Esto era…
Hace más de mil años…
Pués, señor…
Pero también podemos compartir el inicio de un libro que nos guste mucho o del que estamos leyendo ahora mismo.
Mi inicio sería este:
LIBROS DE OCASIÓN. Propietario: Karl Konrad Koreander.
¿Y el tuyo? ¿Te apetece compartir un íncipit de lunes?
La bella Griselda
librería que más frecuento, me encontré con LA BELLA GRISELDA, un álbum de la
fantástica ISOL, autora e ilustradora de “El globo” o “Secreto de familia”,
libros que no tienen desperdicio y que recomiendo a cualquier adulto, público
al que la obra de ISOL llega de un modo muy peculiar por su sentido del humor y
la complicidad que en seguida consigue desatar. LA BELLA GRISELDA, publicado en
2010 por Fondo de Cultura Económica
en su colección A la orilla del viento
es el primer cuento de hadas y principesco que leo de ella, ya que sus
protagonistas suelen ser niñas pequeñas que cuentan su historia en primera
persona.
al uso. Nada más ver la portada, si te fijas en los detalles, te das cuenta:
observamos los símbolos clásicos de la realeza: el conjunto heráldico, los
colores en oro, la corona, la princesa concentrada en la belleza de su
reflejo… y, si nos fijamos un poco más… nos encontramos con dos caballeros
sin cabeza que la escoltan. Es una primera pista.
es una princesa hermosa, sublime, delicada, perfecta, tanto, que hacía perder
la cabeza a cualquiera. Y esto no es solo un decir. Cada vez que un príncipe
trataba de cortejarla, perdía la cabeza ante semejante hermosura. Se le caía,
se le desmembraba del cuerpo y rodaba por las moquetas o por los jardines. Y no
la volvía a recuperar. Ella, en un ejercicio de amor y nostalgia aderezado con
un toque de taxidermia, las colgaba en la pared.
el tiempo, todos los hombres casaderos comenzaron a temer su belleza letal. La
pobre princesa se aburría y se sentía terriblemente sola, hasta que un día un
pretendiente afortunadamente miope apareció en el castillo y pudo cortejarla
sin temor a perder la vida. Sin embargo, después de un tiempo juntos, el
príncipe la observa (se entiende que de cerca) y también cae su cabeza. Aún
así, nueve meses después nace una princesita hermosísima, tanto que en este caso es la bella Griselda la que no puede soportar tanta maravilla y pierde la cabeza
también.
historia parodia de un modo ácido y directo los tradicionales cuentos de
hadas. Nos recuerda a todas las bellas de nuestros conocidos clásicos pero acaba de una estocada con estereotipos y tópicos y nos regala, con unas
imágenes atrevidas, divertidas y engañosamente inocentes, un libro álbum
diferente.
que construye al personaje de la princesa. Las que conocemos de siempre, bellas
por naturaleza, consagraban su vida a esperar al príncipe amado, ser
rescatadas, escapar del aburrimiento de sus jaulas de oro… sin embargo,
Griselda, aunque también esperaba a su príncipe, estaba encantada con su vida. El objetivo explícito de su existencia era estar bella, de ahí que sus días consistieran (aparte de en decapitar con su
imagen a todo dios) en extraerse los plebeyos pelos que la poblaban o hacer
fatigosos estiramientos y equilibrios sobre zapatitos de cristal. De hecho, su
blasón reza así:
cuentos políticamente correctos que tanto se han profesado durante años y que
ahora, cada vez más, están quedando en desuso, Isol nos deja intranquilos,
cuestiona la literalidad de nuestras frases de siempre y nos recuerda que, a
veces, en la vida, las cosas no son sencillamente “un decir”.
Yo quiero mi gorro
divertirme más: YO QUIERO MI GORRO, de Jon Klassen, ilustrador y diseñador
gráfico Canadiense. Es su primer libro álbum, publicado en 2011 en Estados
Unidos, “I want my hat back” y que este año 2012 ha llegado a España de la mano
de la editorial Milrazones.
historia de estructura repetitiva en la que un oso que ha perdido su gorro va
preguntando a diferentes animales del bosque si lo han visto, incluido al
conejo, que lleva puesto un sospechoso gorro rojo y puntiagudo. Los diálogos
que se mantienen son muy similares, con apenas variación de un animal a otro.
minimalismo de las ilustraciones. Son sencillas, de trazo claro y sobre fondo
casi blanco. Tengo cierta tendencia a sentirme fascinada por los libros álbum
tan limpios, sin distracciones, pero con esos pequeños detalles que requieren
varias lecturas para ser valorados.
humor sobresaliente. El oso, con una pinta de pánfilo que dan ganas de quererle
y que demuestra no tener muchas luces, va preguntando a todos: ¿Has visto mi
gorro? En general le responden: No, no he visto tu gorro. Él siempre añade:
Bien, gracias de todos modos. La serpiente es de las más divertidas porque le
responde, con una voz que imagino tirando a mística, suave, lenta y reflexiva:
Una vez vi un gorro… era azul y redondo… El Oso la corta: El mío no es así.
También es muy simpático el armadillo o esa especie de topo que le contesta: ¿Qué
es un gorro?
repleto de cerebros ligeramente lentos. Las ilustraciones, estáticas, nos los
muestran siempre enfrentados, pero, mientras el oso mira a los animales, éstos
siempre dirigen su mirada al lector.
Oso, deprimido y preocupado por no encontrar su gorro, es cuestionado por el
ciervo: ¿Y cómo es tu gorro? Él reflexiona: Pues… es rojo y puntiagudo… y la
siguiente página se enciende de rojo y el oso abre mucho los ojos. ÉL HA VISTO
SU GORRO. Así que retrocede por todo el bosque hasta dar con el conejo. La imagen
no tiene desperdicio. La tensión se palpa, uno se imagina la banda sonora de
una película de acción y esta escena puede durar lo que se desee (es una de las
ventajas de los libros álbum. El ritmo depende de lo que tardemos en pasar la
página).
el conejo? Eso no lo cuento…
adecuado para todas las edades, especialmente niños un poco mayorcitos que
puedan captar los dobles sentidos y el poder de lo que no se dice. Es el típico
libro que enamora a los mayores y que, a primera instancia, probablemente no
guste mucho a los más pequeños. Se maneja la elipsis y la tensión de forma
magistral, y es un libro perfecto para ser contado, para jugar con las voces de
los animales y con el ritmo del relato.
En la laguna más profunda
la laguna más profunda”, la última novela de Óscar Collazos, escritor, periodista
y crítico colombiano, que ha sido editada por Siruela. Es una obra
perfectamente accesible para lectores jóvenes que he visto recomendada por una
amiga en Eltiramilla.com
tratara sobre la enfermedad del olvido y, por pura curiosidad, me asomé a sus
páginas a ver qué encontraba. El descubrimiento ha sido precioso.
primera persona por Alexandra, una adolescente que nos cuenta el tiempo en que
tenía entre nueve y doce años, cuando la abuela Mamamenchu comenzó a sumergirse
en la laguna más profunda de su memoria.
el punto inocente de la niña que fue, no de la adolescente más madura y aprendiz
de escritora en que se convierte después. Habla desde la alegría infantil y el
profundo afecto que siente por su abuela. Las descripciones de los ratos juntas,
los paseos por el bosque o las celebraciones familiares muestran un vínculo invulnerable
que se mantiene a pesar de la enfermedad.
Uno (sobre todo si tiene o ha tenido abuelas a las que ha adorado
profundamente) se enamora irremediablemente de Mamamenchu, la quiere tener en
su familia, en su vida, en su casa.
prejuicios, inhibiciones, extremas normas sociales e hipocresía del mundo de
los adultos, observa con naturalidad e incluso diversión los primeros síntomas
de la enfermedad de Mamamenchu. No parece que le duela nada, así que no termina
de entender bien qué sucede. Es notable mencionar que en ningún momento se utiliza
la palabra Alzheimer. El símil de la profundidad de la laguna resulta sencillo
y accesible.
infantil y se observa cierta insistencia por parte del autor a ser accesible a
lectores más jóvenes, ya que, entre otras cosas, la protagonista no deja de
hacer referencias al diccionario cada vez que aparecen palabras que pueden
resultar incomprensibles y de interpelar al lector con preguntas que tratan de
hacerle partícipe en la narración. Aparte de estas cuestiones, que, a mi gusto,
entorpecen (aunque no desmerecen) el ritmo de la narración, he de decir que la
secuencia narrativa me resultó bastante confusa, y, aunque puede ser un recurso
que facilite la identificación con el ambiente de la novela, hizo que no fuera
una historia de esas que “enganchan” por cómo se cuentan, sino por lo que cuentan.
la memoria es lo que heredamos de nuestros progenitores. Nuestros padres y
nuestros abuelos no son solamente lo que vemos cuando somos niños, sino todo lo
que fueron antes de nosotros. Así es como Alexandra decide recuperar la memoria
de Mamamenchu. Cuanto más se sumerge la abuela, más trata la niña de sacarla a
flote y de mantener ese vínculo, al principio manifiesto y luego tácito, de
afecto y ternura. Es una novela absolutamente conmovedora y recomendable, un
paseo digno de disfrutar a lo largo del ciclo natural del olvido.
El término CUENTACUENTOS o “Los que cuentan, opinan”
las aportaciones de muchos narradores profesionales sobre los términos con
que se suele denominar al oficio del que cuenta cuentos. Últimamente más
todavía, ya que se ha generado debate en torno a la incorporación en la 23º
edición del diccionario de la RAE de la palabra CUENTACUENTOS, definida como “persona
que narra cuentos en público”.
respecto, pero me gustaría dedicar una entrada a aunar las opiniones de varios
de ellos, por si les interesara saber qué piensan los que cuentan sobre el
tema. Ya no solo es la cuestión de que se incluya el término en el diccionario,
algo que se valora de por sí, aunque hay muchos aspectos que matizar, ya que la
definición no puede ser más elemental ni simple. Se trata también de que el
término CUENTACUENTOS ha llegado a utilizarse de modo peyorativo por parte de
la sociedad, relacionándolo con actividades exclusivamente infantiles y
normalmente de mala calidad. La mayoría de los contadores que conozco prefieren
denominarse Narradores Orales, aunque hay muchos otros términos que se utilizan
y en torno a los que se debate.
utilizar y en cuyos comentarios se observan estupendas aportaciones.
a Cuentos de La Luna, donde desde hace unos años ya Carles García hace un
llamamiento a la coherencia con el propio trabajo y a lo negativo del acuñar la
marca “Cuentacuentos” al oficio del narrador.
artículo escrito por César Villegas (Wayqui) sobre el tema, destacando la importancia
de determinar los tipos de historias orales que se cuentan y su influencia a la
hora de decantarse por un término o por otro.
aportaciones interesantísimas y que, no cabe duda, nos ayudan a guiarnos y a
entender la importancia que tiene el término con el que se defina la profesión.
Al fin y al cabo, las palabras encierran el espíritu de lo que nombran, y uno
de los grandes peligros del mundo en que vivimos son las etiquetas. Corremos a
encerrarnos en lo que creemos que nos define, por eso hay que tener cuidado, y
por eso todos ellos defienden, opinan, escogen: nos cuentan.
La vocecita
¡Con lo que a mí me gustan los camaleones! Eso pensaba yo mientras veía la
portada y la portadilla de este nuevo libro álbum que Kókinos acaba de
publicar y que he conocido gracias a Lili Cuentacuentos. ¡Qué fantásticas ilustraciones! me decía antes de comenzar a leer.
Pero lo mejor no había aparecido aún.
se acaba de comer una mosca enorme y riquísima y claro, después de tumbarse un
rato a descansar, le entran unas ganas terribles de hacer caca. Encuentra el
lugar perfecto: un árbol. Cuando va a limpiarse se da cuenta de que se ha
terminado el papel higiénico. Vaya, ¡qué infortunio! ¡qué desazón! ¿Qué hará
ahora? Entre las ramas, encuentra un calzoncillo agujereado que parece no tener
dueño, así que se limpia con él y lo tira entre los matorrales. Al instante,
una voz desconocida que se presenta como su conciencia le llama la atención: ¡¡¿Te parece bonito?!!
arrepentido reptil obedece a la voz y trata de enmendar su error, limpia el
calzoncillo y lo pone a secar.
pasa es que no lo puedo contar porque entonces destruyo la sorpresa y lo más
divertido del cuento. No crean que no me cuesta callarme, pero está tan bien
que les invito a ir a la biblioteca o librería más próxima (o venir al
cuentacuentos que hago mañana –esto es aprovechar la coyuntura para venderme-)
para que lo descubran.
un éxito. Con una anécdota escatológica, una tipografía cambiante según el
personaje que hable (incluido el narrador), unas ilustraciones llamativas y un
final ingenioso, muestra con claridad la esencia del libro álbum, ya que las
últimas páginas del libro lo explican todo sin apenas necesidad de texto.
esos sin más pretensiones que hacer pasar un buen rato, aunque muchos dirían: “es
un libro que sirve para que los niños aprendan urbanidad y respeto…” pero qué
va. Es mucho más… y mucho menos.
Volver…
abducida por la literatura infantil. Estoy cursando el VI Máster de Promoción
de la Lectura y Literatura Infantil y ha sido en la mágica ciudad de CUENCA
donde nos hemos encontrado cuarenta personas de siete países distintos (México,
Colombia, Argentina, Chile, República Dominicana, Puerto Rico y España) para
realizar la parte presencial del Máster.
volver a recibir clases de profesionales del CEPLI: Pedro Cerrillo, Santiago
Yubero, César Sánchez, Sandra Sánchez y Elisa Larrañaga, pero también de
conocer a muchos y muy variados profesionales que trabajan en torno a la
literatura infantil.
lo tuvimos con la escritora Montserrat del Amo, un verdadero lujo contar con
sus palabras y su presencia. Al día siguiente Mariano Coronas, excelente,
cercano y creativo, nos mostró su trabajo en la biblioteca escolar (en la foto aparecemos todos con él en el centro). También
estuvieron por allá Ernesto Rodríguez Abad (a quien tengo bastante cerca, por
suerte y por tinerfeño) que nos removió el alma y el cuerpo a todos, a Elvira
Novell y su maleta de álbumes ilustrados… conocimos también a un profesionalísimo
Jesús Moya, admirable por su gran trabajo sobre los libros álbum y por su
persona, contamos con la genial Gemma Lluch, que nos acompañó en el camino de
cómo y qué investigar, Antonio Santos, ilustrador y artista plástico, absolutamente encantador, Alfonso Ruano, ilustrador y director gráfico de SM, Ramon Llorens y su canon de lecturas, Pascuala Morote y
la recopilación de leyendas… y como broche final, la genial actriz y
narradora Ana García Castellano, ofreciéndonos un taller de cuentacuentos.
todos han sido los excelentes compañeros a quienes he podido conocer en estos
días. Gente válida, verdadera, profesionales hasta la médula y humanos de alma
viva, personas que, ante todo, son personas. La calidad humana era inacabable,
las vivencias compartidas inmensas, la energía vibraba por las esquinas de la
residencia, de las aulas, de las calles.
semana y alguna que otra noche… y todo en el inmejorable marco de la ciudad
de las piedras encendidas. Es una suerte que hayamos coincidido en este punto personas tan diferentes y tan similares. Un lujo haber sido capaces de compartirnos, de debatir, de cuestionar, de valorar y admirar, sin rencillas ni zancadillas. Hemos sido tremendamente grupocéntricos, tanto que en ocasiones parecía que los profesores que nos querían transmitir sus conocimientos eran solo una excusa para que pudiéramos contarnos lo que hacíamos, cómo y por qué. En fin, una experiencia difícilmente mejorable.
desaparecida, pero ha sido para volver agradecida, repleta, emocionada y más viva que
nunca.
La magia de contar…
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