“Ariel”
Foto Gustavo Sanabria (proyecto luzinterruptus)
Después de esta silenciosa semana, hoy comparto una experiencia encantadora que se va a realizar en esta mi querida ciudad de La Laguna. Según nos cuentan en la página del ATENEO de La Laguna, en la ciudad de Poznan, Polonia, celebran la primavera de los poetas colgando de los árboles poemas que los propios autores han cedido. La gente los arranca y se los lleva. En la laguna, entre el área de literatura del Ateneo y el Café Siete (cafetería que todos los meses dedica un espacio a realizar Misceláneas Literarias) harán este llamamiento para que todos los escritores que lo deseen puedan compartir sus letras entre las ramas. Si les apetece participar, sencillamente se trata de enviar un poema, aforismo o relato corto que será fotocopiado y liberado en la calle (puede ser anónimo o firmado, a gusto del autor). El día 23 de abril, fecha en que falleció Cervantes y Shakespeare, se hará la suelta de poemas en la calle. “De esta forma estaremos sacando a dos pájaros de una jaula: animando a la lectura y recordando que todo escritor, antes de ser libro, fue folio debajo de una piedra”. Se trataría de enviar los textos al correo electrónico librobuscalector@gmail.com antes del 23 de abril. El formato de texto sería en Word, Times New Roman, 12. Pocos modos hay más sencillos y efectivos de llevar a cabo un homenaje a un día tan especial y a todos los que, día a día, dejan un pedazo de sí mismos sobre el papel. Así que ya saben, ¡nos vemos entre las ramas! Información extraída de la página del ateneo de La Laguna.
Desde niña he sido partidaria de leer con lápiz. Leer y subrayar frases que me gustaran, versos que me llamaran la atención o apuntar qué se me había ocurrido leyendo tal o cual párrafo. También he sido siempre de las que doblan las páginas del libro por no tener un marcador a mano (pese a tener cajas llenas), o de las que lo hacen para volver a esa página porque allí hay algo realmente especial. Mi madre no era en absoluto defensora de mis costumbres delincuentes para con los libros. Más de una bronca me cayó por hereje: “Así no se tratan los libros”, “Si necesitas apuntar algo ten siempre una libretita a mano”, “Rayar el libro es faltarle al respeto”, y un largo etcétera que en la escuela mis católicas maestras corroboraron siempre. Así que dejé de hacerlo y, por un tiempo, reprimí mis quehaceres malhechores. Sin embargo, cuando fui grande y empecé a comprarme mis propios libros, volví a las andadas. Lápiz. Siempre lápiz. Como un arma. Páginas dobladas por las esquinas superiores. Siempre superiores. ¿Como una víctima? Ahora, después de años de lectora y con la plena intención de dedicarme a la promoción de la lectura por donde quiera que vaya, sigo creyendo que subrayar un libro es regalarme a él, que apuntar en un margen un pensamiento es crearme a mí misma a partir de las palabras, que doblar la página superior (una o cien) de cada libro estoy recordando cuánto me ha aportado y con qué me quedo del mismo y por dónde es el camino de vuelta si quiero releerlo, recomendarlo, compartirlo, reseñarlo… Por eso me llaman la atención siempre los libros viejos, los libros rayados, escritos, doblados, dedicados en su portadilla; los que han pasado por quiénsabecuántas manos antes que por las mías. Creo que un libro nuevo es un libro vacío, insulso, plano. Necesitan de nuestros sentidos para tener sentido. Eso sí, los álbumes ilustrados son para mí una excepción. La gran excepción. Los disfruto y los cuento con los lápices lejos y las hojas bien derechitas. Como diría mi madre, “los trato bien”. ¿Y tú? ¿Cómo “tratas” a los libros?
“Matilda”, Roald Dahl.Hace 13 años, que no son pocos ni demasiados, Blanca Calvo, directora de la Biblioteca Pública de Guadalajara, publicó un artículo llamado “Animación a la lectura” en la revista Educación y Biblioteca. (Año 11, número 100, Madrid, abril de 1999). Hoy me topo con él y lo comparto, a sabiendas de que, en este sentido, sus reflexiones de entonces son plenamente equiparables a las de todos los que hoy nos seguimos dedicando un poco cada día a tratar de acercar los libros a los más jóvenes. “Apagar la luz y empezar a leer al resplandor de las linternas cuentos de miedo con los niños es animación a la lectura, organizar cursos de calceta para que entren en la biblioteca personas que de otra forma no lo harían es animación a la lectura, contar cuentos por la noche al calor de una queimada es animación a la lectura, convertir la biblioteca en restaurante y ofrecer a los usuarios manjares literarios es animación a la lectura. Presentar cada día a los alumnos un libro “encontrado” en cualquier sitio según se va al instituto es animación a la lectura, hacer ruedas de prensa con los personajes de los clásicos es animación a la lectura, jugar con los niños a cambiarles los finales a los cuentos es animación a la lectura, reservar tiempo lectivo para frecuentar la biblioteca es animación a la lectura. Contar cuentos a los hijos en la cama es animación a la lectura, meter libros en la maleta cuando se va de vacaciones es animación a la lectura, narrar el comienzo de una historia y provocar el deseo de seguirla en las páginas de un libro es animación a la lectura, regalar libros en las fiestas familiares es animación a la lectura. Animación a la lectura es todo eso y mucho más. Según yo creo, comprende cualquier actividad orientada a aumentar el número de personas que disfrutan con los libros.”
El artículo completo con un magnífico ABECEDARIO de términos básicos y relacionados con la ANIMACIÓN, AQUÍ.
Hoy es 2 de Abril y se celebra el DÍA INTERNACIONAL DEL LIBRO INFANTIL Y JUVENIL, como viene sucediendo desde 1967. ¿Por qué el 2 de Abril? Porque fue la fecha en que nació Hans Christian Andersen en 1805, escritor danés autor de clásicos como “La Sirenita”, “El patito feo” o “La pequeña cerillera”. Les deseo un día repleto de libros y, para celebrar, les adjunto un archivo repleto de cuentos de Andersen, para que lean, para que cuenten, para que se cuenten. Disfruten de este lunes tan especial. Para ir a LOS CUENTOS, pinchen AQUÍ
Hoy dejo como entrada la última selección de lecturas que realizó la Fundación Germán Sánchez Ruipérez. Encontraremos una selección de 12 libros por cada franja de edad: De 0 a 5 años, de 6 a 8, 9 a 11, 12 a 14, 15 a 18 y algunos ejemplos de libros que, según ellos, son perfectos para regalar. Si pinchas AQUÍ, accedes a la página web. Si pinchas AQUÍ, al archivo con formato en PDF. ¡¡Seguiremos informando!!
Ana María Matute, nacida en 1926, vivió en plena infancia el estallido de la Guerra Civil, lo que marcó para siempre su obra. Muchos de sus libros hablan de la infancia robada, de la niñez arrancada de entre las manos por una situación política y social que no permitía mimos ni cariño, sino la dureza de una realidad hostil y agresiva, sangrienta y siempre triste, como lo es todo lo que rodea a las guerras. LOS NIÑOS TONTOS es una pequeña muestra. Es un libro que cuenta con 21 historias breves cuyos protagonistas son niños tontos repletos de inocencia. Tal vez sean tontos precisamente porque creen que pueden ser inocentes en este mundo, antes de ser apisonados por la edad adulta, la educación o el peso de la cultura. Son niños que viven su inocencia de una forma cruel y repleta de desesperanza, enfrentada al mundo de los adultos en muchas ocasiones. Los sueños de esos niños están repletos de fantasía, disparate, poesía, magia –me atrevería a decir que, en algunos, incluso alegría- pero se estampan contra una realidad que hace que se desvanezcan como la espuma en el agua, y siempre acaban mal. La desgracia les vigila desde detrás de los árboles, el fondo del mar o de la tina del agua, o desde las piedras con que apedrean a uno de los niños. De un modo despiadado, la realidad se ensaña con ellos y solo reciben del mundo soledad, incomprensión, hostilidad, y en absoluto esperanza o alegría. Sin embargo, están narrados desde la objetividad poética, desde la neutralidad de los sentimientos, sin grandes espasmos dramáticos: con calma. En cuanto a la forma, narrados en prosa, son pura poesía. El dramatismo entra por los poros casi como una caricia, pero taladrando como agujas, de manera que desde que se comienza a leer se siente de un modo hondo la violencia del relato.
Dejo aquí uno como muestra, y recomiendo fervientemente la edición de la editorial MEDIA VACA, 2000, con ilustraciones de Javier Olivares. Los dibujos, en tres colores: blanco, negro y azul, nos muestran, repletos de luces y sombras, a esos niños que nunca se hicieron adultos. Una verdadera obra maestra. MAR Pobre niño. Tenía las orejas muy grandes, y, cuando se ponía de espaldas a la ventana, se volvían encarnadas. Pobre niño, estaba doblado, amarillo. Vino el hombre que curaba, detrás de sus gafas. “El mar -dijo-; el mar, el mar”. Todo el mundo empezó a hacer maletas y a hablar del mar. Tenían una prisa muy grande. El niño se figuró que el mar era como estar dentro de una caracola grandísima, llena de rumores, cánticos, voces que gritaban muy lejos, con un largo eco. Creía que el mar era alto y verde. Pero cuando llegó al mar se quedó parado. Su piel, ¡qué extraña era allí!. “Madre -dijo, porque sentía vergüenza- quiero ver hasta dónde me llega el mar. Él, que creyó el mar alto y verde, lo veía blanco, como el borde de la cerveza, cosquilleándole, frío, la punta de los pies. “¡Voy a ver hasta dónde me llega el mar!”. Y anduvo, anduvo, anduvo. El mar, ¡qué cosa rara!, crecía, se volvía azul, violeta. Le llegó a las rodillas. Luego, a la cintura, al pecho, a los labios, a los ojos. Entonces, le entró en las orejas el eco largo, las voces que llaman lejos. Y en los ojos, todo el color. ¡Ah, si, por fin, el mar era de verdad! Era una grande, inmensa caracola. El mar, verdaderamente, era alto y verde. Pero los de la orilla, no entendían nada de nada. Encima, se ponían a llorar a gritos, y decían: “¡Qué desgracia! ¡Señor, qué gran desgracia!”