Buenas
noches, familia, quiero contarles lo que he aprendido sobre los Clubs de
narradores en la ciudad, y alguna cosilla más.

Verán, el
viernes pasado acudí al Waverley Bar, casi al lado del Scottish Storytelling
Centre. Allí se reunía el Guid Crack Club en la parte alta. Es uno de los tres
STORYTELLING CLUBS que existen en Edimburgo ahora mismo. Estos clubs consisten
en lo siguiente:
Se
basan en el tradicional CEILIDH, palabra gaélica que en principio significa “visita”
y cuya celebración consiste en que una persona cede el salón de su casa para
que vengan amigos y vecinos, y se reúnen a contar historias, cantar alguna
canción, tocar algún instrumento  y/o bailar.

Actualmente
en el Waverley Bar se reúnen dos clubs: el Guid Crack Club y el Burgh
Blatherers
. Uno el segundo viernes de cada mes y otro el último. Aparte de
estos, se celebra en el Scottish Storytelling Centre el Café Voices el segundo jueves de cada mes, en el que participé hace unas semanas.

Estas
reuniones se organizan de la siguiente manera: existe un HOST, un anfitrión que
recibe a los visitantes, que ya llegan a la parte alta del bar ataviados con
sus bebidas. El anfitrión da la bienvenida, cuenta en qué consiste la sesión y
habla de un cuaderno que está pasando en ese momento por todo el público y en
el que los invitados apuntan con qué quieren participar: una historia, una
canción… así, hasta que vuelve a tenerlo en su poder el HOST. Éste inicia la
velada contando el primer cuento o cantando y luego cede el paso al NARRADOR
INVITADO, que suele contar unas tres veces en la noche, alternando la participación
de los asistentes.
El
viernes pasado el narrador invitado fue Michael Kerins. Comenzó con una
historia de unos 15 minutos, contaron, cantaron o tocaron otras tres o cuatro
personas, luego contó de nuevo, hubo algunas intervenciones más y se hizo un
descanso de unos 20 minutos. Tras el descanso volvió a contar, le siguieron
otras cuatro o cinco personas y el HOST despidió la sesión. Antes del descanso
pasó el sombrero para que todos aportaran la acostumbrada donación de 3 Pounds,
que se destinan a pagar al narrador invitado y a gestionar algunos gastos de
organización.
El HOST
en esta ocasión fue Donald Smith, el director del Scottish Storytelling Centre,
y participé contando el único cuento que por ahora me he aprendido en inglés
decentemente. Una leyenda africana corta. Contar en inglés ante más de 60
personas tan preparadas para recibir fue una experiencia… en fin, cómo
describirlo… para ponerse un poco nervioso y a la vez sentirse en el salón de casa. Verán: ese cuento siempre lo inicio y lo
termino con una canción africana, complicada de aprender, y nunca el público se había unido
espontáneamente a cantar conmigo como sucedió aquí. Fue algo bellísimo.
La
canción tradicional escocesa es muy señalada y cantan a capella continuamente.
No les parece extraño lanzarse a cantar sin instrumento una historia tradicional
en verso o un Lullaby. Está bien visto cantar juntos y acompañar al que canta
en el estribillo, por eso fue tan normal para ellos recordar las sílabas
extrañas de mi canción y cantar conmigo.
Fue una
bonita experiencia y dos viernes al mes estaré plantada en lo alto del Waverley
Bar preparada para contar y escuchar. No saben el increíble ejercicio de
Listening que implican esas tres horas de sesión.
De 7 a
10pm. Cuando salí, todavía había luz en la calle porque los días son muy largos
y hasta las once menos cuarto no anochece.

Una historia curiosa: anoche
empecé a escribir esta entrada y se me ocurrió preguntar a David si conocía el
origen del Guid Crack Club. Me dijo que le acompañara al salón y se remontó
muchísimos años atrás. Me contó parte de la historia y vida de Duncan
Williamson, un viajante que recorrió el mundo recopilando historias
tradicionales y con el que David tuvo contacto continuo durante 20 años, trabajando
e investigando juntos.
Me
contó que Duncan nació en una tienda de campaña y se crió en el bosque junto a
sus 15 hermanos. Que pescaba y cazaba para comer y alimentar a sus hermanos
pequeños y que disfrutó de dos abuelas. La big granny, una abuela enorme de más
de dos metros, y la Little granny, pequeñita pequeñita. Una le cantaba y la otra
le contaba. Y la Little granny les contaba historias a cambio de que los niños
fueran a comprarle tabaco a la ciudad. Ella llenaba su pipa de hueso y entonces
comenzaba a contar las más increíbles historias, que decía que sacaba de su
bolso. Historias que solo ella podía descubrir en su bolso mágico, sacándolas
con tres dedos, llevándosela a los ojos y a los oídos y comenzando a contar.
Una
tarde los niños llegaron con el tabaco pero ella estaba dormida. Encontraron su
bolso por allí y se lo cogieron, repletos de ilusión, curiosidad y nerviosismo
infantil sabiendo que hacían lo prohibido. Lo abrieron y empezaron a buscar las
historias, pero claro, no encontraron ninguna. Dejaron el bolso donde lo
encontraron y se marcharon a jugar.
Más
tarde, cuando la abuela se despertó, recibió el tabaco y preparó la pipa, les
preguntó si estaban preparados para la historia y los niños dijeron que sí. Y
la abuela tomó el bolso, lo abrió y miró dentro, y rebuscó y rebuscó para
finalmente mirar fijamente a los niños y decirles que no podía contar ninguna
historia porque se habían marchado, se habían esfumado todas, no sabía ella
cómo ni por qué.
Y no
contó ninguna historia más a los niños.
Dice
David que Duncan se prometió convertirse en un magnífico Storyteller y
descubrir todas las historias que pudiera y contarlas tan bien como su abuela, recorriendo el mundo.

Mientras
me contaba esto yo me preguntaba qué tendría que ver con el Guid Crack Club, y
entre alguna anécdota más de la vida de Duncan, me comentó que una tarde, sentado donde yo estaba en ese momento, Duncan le dijo que por qué no formaba
un club de narradores en Edimburgo. Duncan no quería formar parte pero quería
que existiera.

Así que
David lo fundó hace 25 años. Total, que fui a preguntar al hombre que fundó el
club si conocía algo sobre él. Qué cosas tengo. Al final terminó tan tarde de contar cosas que decidí dejar la entrada para hoy. Acaba de llegar a casa y he estado a punto de preguntarle el origen del Burgh Blatherers, pero he preferido no arriesgarme a hacer una entrada eterna y además, a no publicarla esta noche.

En fin, qué decirles, experiencias
como esta hacen que mi presencia aquí esté repleta de sentido y lo agradezco a
unos niveles extraterrenales.

Les
contaré estos días, porque mañana pasaré la tarde en el Scottish Storytelling
Centre disfrutando de un taller-coloquio titulado “The art of storyteller”,
liderado por dos narradoras y seguido por una sesión de cuentos a cargo de
ambas. Qué pinta!

Y
bueno, terminar comentando la parte laboral. Finalmente conseguí, aunque en
período de prueba aún, el trabajo en la escuelita Montessori proyecto bilingüe
con niños de 2 a 5 años. Trabajo por ahora solo cuatro horas al día, y creo que
no trabajaré los viernes, así que sigo buscando alguna cosilla más en la que
pueda trabajar algunas horas para compensar, porque con este solo me da para
pagar el alquiler y comer… poco. Estoy contenta porque el método es estupendo,
aunque estas semanas, con muchos cambios y acercándose el fin de curso, los
peques están alocados. Lo mejor es que tengo media hora a primera hora, en el
momento de dar la bienvenida a los niños en el círculo de la mañana para contar
y cantar todo lo que yo quiera, así que estoy contando medio en inglés y medio
en español, y aprendiendo todas las Nursery Rhymes que puedo. Estupendo.

Y me
despido, que si no esto se hace muy largo.

Muchos
besos desde la ROOM. Hoy, nada de kitchen, que cené a las 18:15. Sí, señores, a
las 18:15. David me invitó a cenar y de paso a cocinar con él y al volver a
escuchar mi queja sobre lo temprano que era esa hora para cenar me espetó eso
de: IF YOU GO TO ROME, DO WHAT THE ROMANS DO. Que en nuestro español de toda la
vida sería el ADONDE FUERES, HAZ LO QUE VIERES.



Y ya
ven. Jajaja. Pues eso.