Ilustración: Emilio Urberuaga 
(Discurso de Oso, Libros del zorro rojo, 2007)
El tema de la educación en valores relacionada
con la literatura infantil y juvenil me espina desde hace tiempo. Editoriales, docentes,
padres/madres, y profesionales de la mediación en la lectura se afanan en encontrar “libros receta” o “libros para…” dirigidos a los niños,
que hablen de este tema o de aquel otro y les ayuden a “educarles”, o más bien “adoctrinarles”
en el sentido (loable o no) que les convenga.
Es un tema controvertido, con muchísimos puntos
a abordar, que me preocupa seriamente.
Entiendo que cuando un escritor de literatura
(en general) se plantea escribir, debe atender especialmente y con esmero y
dedicación a la calidad de lo que hace
siguiendo sus criterios personales. Su misión es transmitir un mensaje, sea
cual sea.
Parto de la base de que todo lo que se escribe
lleva implícita una ideología y la neutralidad como tal no existe, ya que
siempre se partirá de la subjetividad de cada cual. Cada uno actúa según su
postura, defiende los criterios personales, políticos y sociales que defiende:
piensa y hace.
Ahora bien, cuando se habla de literatura, ¿no
debería primar la calidad literaria del texto (escrito y visual)?, ¿no debería la ideología ser
implícita en lugar de explícita?, ¿hay diferencia entre la literatura
comprometida y la literatura de panfleto?
En los libros de literatura infantil y juvenil
que me gusta contar y recomendar, me encanta que se planteen preguntas, que se
generen debates, que no se den respuestas acabadas sino principios en torno a
los que generar más preguntas. Me encanta cuando esto se lleva a cabo a través
del humor y la irreverencia.
No estoy en contra de los libros que hablan
sobre temas concretos como marginación o inclusión social, maltrato,
generosidad, pero ¿es literatura? ¿es de calidad? En mi caso, me parece interesante que incluyan estos
temas pero de forma tácita, cuyo objetivo directo no sea instruir en torno al
tema sino contar una buena historia. Es cuestión de diferenciar los conceptos moral y moralina.
Desde mi percepción, los mejores valores, la mejor formación crítica
partirá de una selección de calidad que ayude a los pequeños a tomar
conciencia. Una variedad de ejemplos de formas de vivir, personajes diferentes
actuando de modo diferente ante situaciones diversas, historias en las que
suceden cosas y se resuelven conflictos y que faciliten que crezcamos
interiormente. Y estos serán cuentos que no tengan por qué seguir los
estereotipos sociales comúnmente aprendidos, que se transmitan a través del
sentido del humor, que nos despierten y nos hagan emocionarnos, empatizar,
completar el significado, reconstruir.
Entiendo que ese tipo de libros nos llega mucho
mejor que los vacíos libros receta tan reclamados, tan adoctrinadores, tan
políticamente correctos; tan inútiles. Los niños lo demuestran con su rechazo general a estos “libros para…”. Yo misma, cuando empiezo a leer y noto cómo el autor me está tratando de enseñar algo, me crispo. Me encanta que me aporten y me inspiren sin que me dé cuenta, que lo que quieran contar lo hagan bien y el para qué moral no sea el objetivo principal.
Ayudemos a los niños a encontrar historias
verdaderas, repletas de sentido, que les hagan plantearse a sí mismos como
individuos ante el mundo. La educación moral partirá de lo que cada uno, desde
su individualidad, aprehenda, de lo que piense, viva, hable y comparta.



Sigamos buscando.