Ganarse la vida
Ganarse la vida es una celebración. Vivir del arte lo es, haberse criado con amor lo es.
David Trueba, cineasta y periodista, a los 25 años de escribir su primera novela, nos regala este texto hermoso en el que cuenta cómo arrancó su vocación de escritor desde que era niño, sus inicios en el mundo del cine de adolescente y, sobre todo, cuenta sobre su familia numerosa, especialmente sobre su madre.
Lo hace a través de anécdotas, una tras otra, la cuna en la que tuvo que estar hasta bien grande, la casa de huéspedes que regentaba su madre, la máquina de escribir sin una letra que su padre, vendedor a domicilio, dejó en casa.
Sus historias me llevan a muchas que he escuchado a otros hermanos de familias numerosas, que tanto me llaman la atención por estar tan lejos de mi experiencia.
Además, conecta con mi profesión con algunos apuntes que hace sobre la oralidad:
Dice que las narraciones de los tenderos del mercado y las intervenciones más brillantes de la radio fueron su escuela narrativa. “El mundo entonces era oral y la capacidad de hablar se adquiría de manera natural”.
“Dotado de un encanto narrativo y una cordialidad extrema, mi padre también sabía contar cuentos mejor que mi madre. Nos dormía alguna noche con ellos y otras veces se dormía él sin terminar de contarlos”.
También hace referencia a vivir del arte, a cómo su padre tuvo que asumir que la dedicación de sus hijos al arte podía ser una opción. De cómo estar cercano a ese mundo y amarlo hizo que trabajara en él casi sin elegirlo.
Sobre el acceso a la cultura por parte de la infancia y la juventud, comenta: “Era fácil entonces que un chaval se enfrentara sin aviso a la obra maestra, a la calidad, al talento. No había esa obsesión de hoy por proteger a los chicos de lo desconocido, de lo que no podían entender.”
Trueba habla con fluidez y naturalidad, conmueve la forma en la que recuerda su infancia y habla de su familia, especialmente de su madre.
En fin, este cuadernito es un bocadito perfecto para merendar una tarde.
Disfrútenlo.