Este es un cuadro de James Jebusa Shannon titulado “Jungla Tales” y pintado en 1895. He encontrado una referencia a él leyendo un libro de Juan Mata: “Animación a la lectura”. Pocas imágenes reflejan tan literalmente -y literariamente- la dulzura, la entrega, el arrobamiento, la maravilla, la imaginación, la intimidad, la emoción y el amor que desprende la narración en familia. Una cama, un libro, un adulto (o más), un niño (o más). Quién cuenta a quién es lo de menos. Sencillamente miren eso: la serenidad marina, los rostros de las niñas. Los ojos de la pequeña, mirando al frente entre fascinada e incrédula hacia ese lugar misterioso que describen las palabras del libro, como si estuviera a punto de zambullirse en un océano, de atravesar una selva, de ser devorada por un monstruo terrible. La expresión de la mayor: tranquila, absorta. Y allí, entre ellas, la magia. Una manera más de recordarme a mí misma que se trata de defender la narración como una trinchera (Benedetti defendía así la alegría), defenderla del escándalo y la rutina. Y la defiendo.