Ayer un amigo me enlazaba un interesante artículo: médicos ingleses prescriben lectura de poesía y novela como cura para la depresión y la ansiedad.

Hace mucho tiempo que se receta
la lectura como antídoto contra la depresión, la ansiedad, los estados de
melancolía extrema… sobre todo en períodos otoñales e invernales, cuando
estos casos son más frecuentes.

 Los médicos y psicólogos prescriben, junto a
los remedios químicos, acercarse a la biblioteca más próxima con una lista de
libros que ellos recomiendan a través de la asociación “Reading Agency”. La
lista que proponen la titulan:
“Levanta el ánimo con libros para levantar el ánimo”.

En ella hallamos novelas y libros
de autoayuda.

Y he aquí una cuestión que me
atrae: ¿recomendaríamos para levantar el ánimo un libro de autoayuda?

¿Qué sería más motivador? ¿El
libro titulado “Cómo sentirte mejor”? ¿“Las aventuras de Huckeberry Finn”? ¿”El
guardián entre el centeno”?

Recomiendan títulos variados, no
estoy criticando a la lista que los médicos ingleses han creado, pero me ha
dado pie a preguntarme por qué leer influye y qué libros ayudarían más.

Según una nota publicada por el
diario inglés “The Independent”, un estudio en EEUU sobre adolescentes cuya
actividad de ocio se centraba más en leer que en otras formas de
entretenimiento mediático, concluía que estos chicos contaban con menos riesgo
de sufrir depresión.

De acuerdo con aquel estudio no
importa tanto qué sea lo que leas. Lo que importa en sí mismo es el acto de
leer, ya que esta actividad ocupa energía mental, mantiene la atención y la concentración,
favorece la empatía, etc. Sin embargo, esto ha de suceder únicamente si se
trata de un buen libro que tenga que ver con las características del lector. En
mi opinión ha de cumplir esos dos requisitos básicos: de calidad y adecuado
para quien lo requiere.

Y en este momento no dista mucho
la importancia de esta selección de la que se hace cada día a la hora de mediar
entre los libros y los niños. Siempre la duda de qué es lo adecuado, lo bueno,
lo necesario.

Roald Dahl,  Juan José Millás,  Cristina Peri Rossi, Daniel Defoe, Oscar Wilde,
García Márquez, Cortázar… tantos que podrían alejarnos de la realidad,  hacernos viajar, desviarnos un poco de
nosotros mismos y de lo que nos hace sufrir, evadirnos no como medio de escape
sino como principio de búsqueda. No se trata de leer para olvidar que estoy
deprimido, sino de leer para despertar, para dar valor a la propia vida y
contactar con ella desde otro punto temporal y espacial.

El deporte físico se receta para
la depresión. El deporte intelectual también.

         Sin embargo, es esencial
la selección, y por eso un libro de autoayuda sería lo último que yo
sugeriría. Con seguridad me iría directa a buscar y recomendar libros de
otros géneros que de por sí constituyeran una ayuda.


Al final del artículo enlazan esta cita
de Kafka, que no puedo dejar de compartir:


“Si
el libro que leemos no nos despierta como un puño que nos golpeara en el
cráneo, ¿para qué lo leemos? ¿Para que nos haga felices? Dios mío, también
seríamos felices si no tuviéramos libros, y podríamos, si fuera necesario,
escribir nosotros mismos los libros que nos hagan felices. Pero lo que debemos
temer son esos libros que se precipitan sobre nosotros como la mala suerte y
que nos perturban profundamente, como la muerte de alguien a quien amamos más
que a nosotros mismos, como el suicidio. Un libro debe ser como un pico de
hielo que rompa el mar congelado que tenemos dentro.”
Kafka, en carta
a Oskar Pollak (1904)


Las imágenes forman parte  del proyecto expositivo NEÓN PÚRPURA del artista Joaquín Artime. 
Pueden encontrar más imágenes e información AQUÍ.