Soy
autónoma. Comienzo este post diciendo que soy autónoma porque ahora mismo es
como si me definiera a modo de profesión. Soy autónoma y después, si eso, soy narradora.
Desde
que llegué de Edimburgo no he parado ni un solo momento. Nada más llegar, por
suerte, había varios proyectos ya andando a los que sólo me tuve que sumar,
como las sesiones de Bebecuentos y algunas sesiones familiares que están
esparcidas durante el año. Pero a la vez tocaba sentarse, centrarse, ubicarse,
seleccionar líneas de acción, buscar vías y crear.
Ni
tiempo he tenido de centrarme, ubicarme y seleccionar nada. Todo ha obligado a
la acción directa desde el principio, porque teniendo que hacerme autónoma para
poder facturar, no me quedaba otra que accionar pronto.  
El
trabajo individual creando sesiones ha ido de la mano de mucho trabajo en
equipo para tratar de sacar proyectos (en su mayoría pequeños) de narración
adelante. Proyectos de los cuales uno salió, otro salió a medias y otro, tras
hacernos trabajar y rehacer, no salió. Hay un cuarto, por cierto, que lleva aprobado meses pero hasta que el Gobierno no se ubique, no se sabe cuándo puede comenzar. Mientras tanto, uno está dedicándole horas al aire.
A la
vez y entre otras muchas cosas, andábamos en la organización del Festival
Encuentracuentos, con todo el tiempo que implica y sobre todo con la  búsqueda de presupuesto del que, hasta apenas
dos o tres semanas antes de empezar (y todavía hoy, ya acabado el Festival) no
tuvimos claro, debido a las dificultades con las administraciones públicas.
En tres
meses no he parado. Los días se mezclan entre inventar canciones, crear
materiales, buscar nuevos libros e historias, preparar formación, aprender
cuentos en inglés, preparar y presentar facturas, organizar cosas, comunicarme eternamente vía
whatsapp o correo electrónico o Facebook con posibles trabajos y equipos con
los que ya estoy trabajando en una u otra cuestión, hacer carteles y sinopsis para
poder difundir mis sesiones, y un larguísimo etcétera. Y no me quejo de tener
trabajo, estoy loca de contenta, agradecida y fascinada, el problema es tener
la cuenta a mínimos cuando no paro de trabajar, y que mis compañeros estén en
la misma situación.
Adoro
esta profesión y he escogido ser autónoma porque de otra manera se dificulta
mucho la cuestión de las contrataciones a través de asociaciones, tanto a nivel
de trabajo como de costes: los pagos para que te den de alta en la seguridad social,
pagos a la gestoría, etc. hacen que el caché se reduzca en exceso y deje de
compensar.
La
cuestión es que las administraciones públicas, pagando de tres a seis meses
vista (con suerte), no ayudan en absoluto, pero no puedo negarme a trabajar
para los Ayuntamientos porque, de otro modo, no trabajaría, o dejaría de acceder a actividades que me interesan, como las sesiones de cuentos en Bibliotecas Públicas, que considero esenciales. Las sesiones
pagadas por centros escolares, editoriales o particulares son abonadas casi de
inmediato, y con eso vas tirando, pero no son la mayoría, al menos en mi caso,
con lo cual uno llega asfixiado a fin de mes.
Luego
el dinero entra, claro, a este paso en junio podré viajar a Katmandú, pero la
cuota de autónomo y los trimestrales hay que pagarlos igual cada mes, y las
inversiones que uno tiene que hacer de compras de material, de formación y demás, son
innegociables. ¿De dónde saco el dinero para invertir?
¿Es todo
esto algo nuevo? En absoluto, ya todo lo sabemos, al menos los que llevamos
años dedicándonos a esto, pero yo llevo poco a tiempo completo y absoluto, como
profesión, y es normal que se me haya pasado ya por la cabeza cien veces la
idea de unas oposiciones o un cambio de actividad. Como dice uno de mis compañeros narradores, la cosa es buscar financiación para proyectos a largo plazo, pocos pero grandes. Y en ello estamos, pero  mientras tanto…

Yo no tengo ninguna intención
de hacerme rica contando cuentos, pero me encantaría poder contar con una estabilidad
mínima que me permitiera contar viviendo.



Seguimos
para adelante con toda la convicción y las ganas del mundo. A ver si las
administraciones sienten en algún momento las mismas ganas pero para acelerar
sus quince mil procesos internos desde que cierran los presupuestos, reciben las
facturas y ejecutan los pagos.