“Una mujer en camino”, cuentos para público adulto
A veces sucede que te contratan una sesión para público adulto y te dicen: “mándame el título y una foto”. Y tú andas viajando por trabajo en ese momento y piensas en los cuentos sueltos que has contado una o dos veces o que estás preparando y aún no has contado pero que quieres ubicar en una única sesión aún por estrenar, y valoras lo que tienen en común y lo tienes: Una mujer en camino, que, mientras camina, piensa un título para su sesión de cuentos.
Bajo ese título podrían estar, ahora mismo, 6 u 8 cuentos diferentes que he estado preparando y que no forman parte de ninguna sesión por sí mismos. Todos están protagonizados por mujeres, son cuentos de tradición oral que quieren vivir, quieren viajar desde mi cuerpo, convertidos en palabras e imágenes, hasta los de ustedes, quieren contarles qué pasa con ellas, adónde fueron, qué hicieron. A la vez, claro, quieren contarles qué pasa conmigo, adónde voy y qué hago.
Pero los elegidos para quedar bajo el paraguas de esta sesión, finalmente, o más bien por ahora, han sido TRES. Qué simbólico.
Tres cuentos tradicionales (uno corto, otro mediano, otro largo) unidos por un hilo conductor a modo de matrioska, de cuento dentro del cuento, inspirado por el libro “Había una vez” de María Teresa Andruetto, bellísimamente editado por Diego Pun con ilustraciones de Antonio Santos, donde se suceden los “Había una vez” uno tras otro, presentando a diferentes mujeres contadoras de historias. Engarzar entre ellos a los otros cuentos fue cosa sencilla, que no simple.
Así, llevé esta sesión a El Paso, La Palma, a principios de año, donde se estrenó con este título pero con algún cuento diferente a los que ahora se quedaron.
Después, en VERANO DE CUENTO, se estrenó la versión corta, de 40 minutos, de esta sesión, a la que le faltaba el cuento corto. Tuvo un estreno precioso. El marco de este festival en El Sauzal es el mejor en el que una puede encontrarse para contar por primera vez una sesión. “El público sabe a lo que va”, solemos decir cuando sabe escuchar, cuando es generoso y respetuoso, cuando se entrega. Además, me acompañó, contando con sus manos, la intérprete de LSE Natasha Lume, siempre un regalo.
Fue una noche compartida también con el querido compañero Fabio González, que contó sus cuentos antes que yo.
Para aquel estreno conté con la inestimable ayuda de mi compañero Antonio Conejo, narrador y actor, que me ayudó a ensayar las historias y que escuchó mis ideas sobre el hilo conductor, ofreciendo orejas y consejo.
Ensayar en solitario para mí no tiene ningún sentido y no soy capaz de hacerlo. El ensayo comienza cuando alguien escucha, así que pude ensayar porque algunas otras orejas se prestaron amablemente: amigas y amigos que, a través de zoom e incluso en la playa dejaron que les contara.
Así, cuando llegué al Verano de cuento, iba tranquila, pese a ser un estreno, las historias habían cogido algo más de peso y ya caminaban solas y más fuertes. Fue una noche preciosa y fluyeron relajadas y cómplices.
Hace unas semanas pude realizarlo por segunda vez, en esta ocasión en el marco de la programación del Otoño Cultural en la Fundación Cajacanarias. Decidí añadir el tercer cuento para que la duración fuera de aproximadamente 50-55 minutos.
El espacio, un escenario amplio, público al frente y a los lados, iluminación, sonido… se presta a la narración perfectamente. Al salir, sola y en frío, me comían los nervios, pero bastó algo de sentido del humor y arrancar con las historias para que se esfumaran como el humo.
Fue una sesión preciosa de la que me llevé muchísimos regalos. El primero, que pese a ser la primera sesión de narración para público adulto de este año, se vendieran más de 70 entradas, no todas llenas de familia y amigos, que también, sino de madres o padres de las criaturas de las sesiones familiares, o gente que me lleva siguiendo desde que empecé y que ha traído a otra gente a escuchar. Gente con ganas de escuchar historias, de compartir en torno al fuego imaginario que se forma entre quien cuenta y quien escucha.
Regalos en forma de gratitud, abrazos y hermosísimas devoluciones a la salida o a través de facebook e instagram de lo que les pareció o les hizo sentir la sesión.
Ha sido tan buena la cosecha que espero que a estas mujeres les quede camino por delante y me sigan acompañando mucho tiempo, o hasta que ya no nos necesitemos.
En un ejercicio gigante de gratitud y engrandecimiento del ego, comparto algunas de las cosas que, quienes vinieron al Verano de Cuento o a la Fundación, dicen de esta sesión.