Los últimos dos fines de semana he impartido dos talleres. Eso es poco frecuente en mi rutina profesional y cada vez que lo vivo lo siento como algo altamente enriquecedor para mí.
Empecé a dar talleres, supongo que como muchos, bajo petición y sobre dos temas: libros álbum y contar a bebés (en ocasiones, mezclando ambos temas en un único taller). Comencé en 2014, y la experiencia no es frecuente. Uno o dos talleres al año son lo regular (ya les digo, solo los hago bajo petición). En este caso, dos talleres dos fines de semana seguidos, han sido una suerte, una bonita coincidencia.

El sábado 1 de junio ofrecí en el marco del programa “Más que palabras. Talleres y sesiones de Narración Oral” en Santa Úrsula (Tenerife) el taller “Narrar para bebés”, que por primera vez pude poner con una duración de 6 horas. Es el mismo taller que “Cama y Cuento”, pero se le cambió el nombre en esta ocasión. Asistieron 7 personas altamente entregadas y motivadas.

El viernes 7 de junio, en el marco de la Feria del Libro de Fuerteventura, tuvo lugar “Cama y Cuento”, de 3 horas. Fueron 25 las personas que se apuntaron, aunque fallaron unas cuantas a última hora.

Dar un taller me obliga a reflexionar sobre mi práctica profesional, a observar detenidamente el camino que voy transitando, a detenerme, a escribir, a organizarme. Eso me ubica, me impele a ponerle marco teórico a la intuición y a dar más importancia a unos puntos que a otros. Hay cosas de las que hablaba hace unos años que para mí han perdido interés y otras nuevas en las que me apoyo con más fuerza para profundizar. Normalmente reflexiono, pero antes de un taller vienen avalanchas de preguntas: ¿Qué estoy haciendo, cómo, para qué, qué utilizo para ello? ¿Ha cambiado mi forma de trabajar y acercarme a la narración y la literatura infantil durante los últimos años? ¿Qué investigaciones se han llevado a cabo que apoyan y fundamentan mi actividad? Y sobre todo: ¿Qué puedo aportar? ¿Cómo lo estructuro? ¿Cómo lo acerco de forma práctica? ¿Cómo lo puedo hacer en tan pocas horas? ¿Qué materiales llevo? ¿En base a qué criterios los selecciono?

Antes de comenzar los talleres siempre es necesario saber de dónde vienen, qué les mueve y les interesa especialmente, por qué están aquí, qué esperan de mí. Eso me ayuda a guiar el taller, a poner ejemplos prácticos cercanos a sus experiencias, a intuir qué puede serles más útil según su conocimiento previo en el tema.

La suerte es la actitud con la que han llegado las asistentes. Su apertura ha sido total. Se han matriculado porque me conocían como madres que traen a sus hijos/as a las sesiones, como maestras que me han visto contar, como amigas de alguien que les había recomendado que vinieran o como gente que me sigue por las redes y que quería saber más de lo que hago y cómo lo hago, ya fuera para su desarrollo profesional o personal. Es decir, ya venían “queriéndome”. ¿Saben el regalo que eso supone? ¿Que alguien entre por la puerta con una sonrisa, dándote la fiesta de una presencia comprometida y generosa?

Me fascinó la gran acogida que tuvo el taller en Fuerteventura y la cantidad de mujeres que vinieron porque “habían oído hablar de mí y les interesaba lo que pudiera aportarles”.
Este duró la mitad que el de Santa Úrsula y no tuve la pericia de saber reducir 6 horas a 3. La parte práctica del taller de Fuerteventura quedó sin hacer, me dio una pena terrible. Aún así, lo que podría considerarse la “parte teórica” está llena de ejemplos prácticos, pero no es lo mismo que tener tiempo para escoger, reflexionar y tratar de poner en pie una historia/poema/canción/objeto para contar y cantar.
Sin embargo, estuve más acertada en este último taller a la hora de seleccionar qué materiales llevar porque tenía que ser capaz de meterlos en una maleta de no más de 20 kilos con un espacio muy reducido que además compartía con los materiales de la sesión de Bebecuentos que iba a hacer aparte dentro de la programación de la Feria.

Eso ayudó a que pudiera centrar mejor el discurso, aunque luego no se usara la mayoría porque no llegamos a la práctica.

En fin, me llevo muchas propuestas de mejora para siguientes talleres, especialmente en lo referente a la estructuración temporal y selección coherente de material. Trabajaré en torno a contenidos mejor hilados y relacionados con materiales concretos y propuestas definidas. También trabajaré en base a cerrar propuestas por cantidad de horas. Si solo tengo una hora, hago esto. Si tengo cuatro, esto y esto. Si tengo seis, aquello. Algo que no soporto que me ocurra es prometer algo que no puedo cumplir, y en cuestiones de organización por horas, esta experiencia ha sido definitiva. Sé mucho mejor qué puede entrar en un taller largo y qué en uno corto.

Agradezco enormemente las oportunidades que puedo tener de ofrecer formación sobre temas en los que estoy trabajando todo el tiempo porque me ayudan a ser mejor profesional. Podría parecer un ejercicio de egoísmo dar un taller: me aportan más a mí las experiencias y las asistentes que yo a ellas.

Gracias a las instituciones y compañeros que lo hacen posible y gracias infinitas a las chicas que han venido, que han sido altamente generosas y pacientes.

Aquí, algunos regalos en los cuestionarios de evaluación final de ambos talleres:

¡MUCHAS GRACIAS! ¡SEGUIMOS!