Acabo de arrancar este libro de mis manos: El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes. Varios álguienes lo recomendaron por redes y qué suerte. Gracias.

Es el primer libro que la moldava Tatiana Tibuleac publica en español y lo ha hecho con la maravillosa editorial Impedimenta.

La autora dice sobre sí misma que admite que sus libros son duros y que no sabe hablar de amor aunque lo intenta.
Y si este libro no habla de amor, no sé qué puede hacerlo.

Pero es verdad que leerlo ha sido como comerse una piña sin pelar, morder piedras, meterse en el océano helado o trillarse el pelo entre bisagras.

Es doliente, oscuro, pero con resquicios para una esperanza lenta. El primer cuarto de libro cuesta respirarlo, tuve que dejarlo varias veces y sin embargo volver al poco, como abducida por la maravilla narrativa de esta mujer directa, de una poesía cruda y una prosa de tuétano y tierra.

Luego va haciéndose más respirable, cuando los campos franceses cantan al verano y el arte nos va salvando.

El torturado adolescente que la protagoniza y narra en primera persona habla sin cesar sobre los ojos verdes de una madre a la que odia y necesita y vamos viajando en el tiempo. Presente y pasado van transitando una infancia falta de amor, una adolescencia de pérdidas y los trastornos mentales resultantes de tantos años oscuros.

La estructura de capítulos breves, a veces apenas una frase, el trote ágil de imágenes con el que nos lleva de un lugar a otro componiendo el puzzle imbuye al lector y lo deja con ganas.

No necesita sinopsis este libro, ni decir que habla del cáncer, el perdón o los psiquiatras.

No necesita más que ser devorado por cualquiera que, como yo, quiera venderse a una extraordinaria experiencia.


Háganse un favor y léanlo.