Esta semana he regresado de Loulé, en El Algarve portugués, de realizar esta formación inmersiva en arte para la infancia a cargo de la Companhia de música teatral.

Supe de ellos por una portuguesa que vino a Tenerife a formarse conmigo sobre narrar a bebés y me lo recomendó. Y allá que fui a la aventura, imaginando que los límites del idioma no serían para tanto (me equivoqué solo un poco).

La Companhia de música teatral lleva a cabo un trabajo profundo y amplio, explora los territorios fértiles de la creación, las relaciones entre las formas de expresión, el desarrollo musical y la cooperación a través de la música. Ofrecen formación, realizan investigación, producen espectáculos e intervenciones artísticas y publican artículos, guías, libros… en fin, una maravilla.

Si quieren curiosear más en profundidad les recomiendo que vayan a su web con tiempo y ganas. Es un laberinto hermosísimo en el que perderse, repleto de tesoros.

Dentro de la formación está en laboratorio en el que he participado, de cinco días de duración y con un producto final, un espectáculo que se ofreció a familias con bebés el sábado. Participamos unas 20 personas, aparte de quienes forman parte de la compañía.

No hace justicia ni es suficiente un post para contar lo que sucedió esos días. Incluso habiendo dejado reposar lo que viví, me cuesta contarlo y recomiendo mucho más vivirlo. Es una formación bastante diferente a cualquiera que haya realizado. El cuerpo tuvo el protagonismo, no la mente. El grupo tuvo el protagonismo, no la individualidad. Lo abstracto, lo abierto, la libertad, guiaron la creatividad. Los formadores fueron guías que sabiamente nos condujeron hacia un producto final completamente nuestro.

La base de la que partimos fueron 22 poemas escritos por Eugenio de Andrade para su sobrino Miguel. Están publicados en el libro Aquela nuvem e outras, que puedes ver aquí en PDF. En 2024 se celebrarán 100 años de su nacimiento. De esos 22 poemas, algunos fueron cantados y otros representados teatralmente, o expresados solo usando algunas palabras, o gestos y movimientos corporales. La música estuvo presente todo el tiempo. Siempre había alguien de la compañía al piano, o te sorprendía que de pronto una tocara el violín, otro el saxo, otro un tambor y las demás cantaran de maravilla. No hubo ronda de presentación inicial y yo, que no conocía a nadie, no sabía quiénes formaban parte de la compañía porque se entremezclaron con el alumnado.

El curso, cada día, estaba organizado de forma muy similar. Por la mañana arrancábamos con un taller de cuerpo y voz a cargo de Jorge Parente, que nos hacía movernos a partir de una especie de alfabeto corporal. Cada letra era un movimiento que se podía ampliar y modificar creativamente. Cada día se iban ampliando las letras y el cuerpo iba dirigiendo esos movimientos hacia algunos de los personajes que luego protagonizarían los poemas de Andrade. Así, nuestros cuerpos, de forma individual y grupal, cabalgaron, fueron mariposas, burros de los que había que tirar, supieron callar y moverse vertiginosamente para poder volar. Después tocaba sacar la voz, aprender o recordar a sacar el aire y vibrar juntas.

A primera hora de la tarde esta formación corporal continuaba con Rita Roberto, artista performativa que nos llevó a investigar de forma individual y grupal lo plástico, lo estético y también lo corporal, conectando con nuestra expresión emocional a través de una palabra escogida por cada una. Días después esas palabras se convirtieron en piedras (metafóricamente, claro), con las que continuó el proceso creativo.

También, cada día, hubo alguna charla o conferencia, especial para las más mentales y que necesitamos una base de teoría y comprensión de lo que está detrás de lo que está sucediendo. Así, el primer día Jorge Graça nos habló de la propia compañía; el segundo día Paulo Maria Rodrigues, compositor de la compañía, habló de cómo las teorías del aprendizaje musical de Edwin E. Gordon guían su trabajo, recomendándonos y hablando de este libro: Teoría del aprendizaje musical para recién nacidos y niños en edad preescolar. Con él también creamos paisajes sonoros que sirvieron para enriquecer la propuesta creativa final, utilizando grabadoras y un poco de tecnología.

También disfruté muchísimo de una charla a cargo de Mariana Vences sobre afinar la vista, tan necesario para no perdernos lo que sucede a nuestro alrededor cuando trabajamos con bebés.

Todo estuvo perfectamente estructurado y guiado de forma cómoda hasta llegar al producto final el sábado, que expusimos a unas 10 familias con sus bebés.

Agradezco infinitamente haber vivido esta experiencia, ha sido un viaje necesario para ver cómo en otros lugares se trabaja con los bebés. Lo que pueda incorporar a mi trabajo lo sabré con el tiempo. Por ahora me quedo encandilada con lo vivido y fascinada con el grupo de compañeras, la manera tan salvaje de querer jugar y expresarse, el modo en que nos integramos en las dinámicas propuestas sin necesitar entender demasiado qué estaba pasando y dejándonos llevar. El grupo creció, exploró y se nutrió entre sí.

Yo, además, pude disfrutar al terminar el curso cada tarde, de un grupito que siempre estaba dispuesto a ir a alguna playa a ver la puesta de sol, guitarras y ukeleles en mano, o a cenar.

Agradezco muchísimo a cada compañero y compañera que estuvo pendiente de que no me perdiera en el bosque del idioma portugués y que siempre estaban dispuestos/as a traducirme. Qué envidia que la mayoría sepa algo de Español. Gracias Tania, Ana, Joao, Beatriz, Gustavo, Mariana, Piri…

Este es un laboratorio que, creo, se realiza cada año, y no me extrañaría encontrarme, si la vida lo permite, allí de nuevo en otra ocasión.

¡Hasta pronto!

Las fotos de calidad son sacadas por Mariana Caldeira, parte de la Companhia.