Hasta la vista, Maurice…
La primera librería infantil en Londres
historia y curiosidades, les presento hoy en pocos datos al primer hombre que fundó una
librería infantil en Londres allá por el siglo XVIII: John Newbery, (1713 –
1767). John fundó una editorial y librería llamada “The Bible and the Sun” en
1744, convirtiéndose en uno de los primeros que publicara historias, novelas y
revistas exclusivamente para los más pequeños.
Pretty Little Pocket-Book está considerado el primer libro infantil
por los británicos, y consiste en rimas sencillas a partir de cada una de las
letras del abecedario. Por otro lado encontramos Little Goody Two Shoes, una versión de La Cenicienta.
revista llamada “The Lilliputian Magazine”.
de Mamá Oca de Perrault en rondas infantiles, con lo que muchos británicos cuentan con el referente
infantil de “Mother Goose”.
Desde 1923, en Estados Unidos,
cada año la Association for Library Service to Children otorga la medalla
Newbery a la más destacada aportación a la Literatura Infantil.
¡Tienes más cuento que CALLEJA!
Calleja compró a su padre el negocio que éste había abierto de
librería y encuadernación en Madrid y fundó la editorial Calleja.
En un tiempo donde las editoriales no proliferaban como ahora y no había nadie
que editara para los más pequeños, Saturnino decidió publicar grandes tiradas de cuentos con muy pequeño margen de beneficio (lo que
abarató mucho los precios) e ilustró ampliamente todos ellos con dibujos de los
mejores artistas. ¿Qué consiguió? Unos cuentos atractivos y al alcance de
cualquier niño que tuviera cinco o diez céntimos. Así, los cuentos llegaban a todos y acostumbró a leer a varias generaciones de niños.
Para
que nos hagamos una idea, solo en 1899 publicó tres millones y medio de
volúmenes.
maestros de la época, creando la Asamblea
nacional de maestros, la Asociación Nacional del Magisterio Español y la revista La Ilustración en España. Editó numerosos libros de Pedagogía, algunos redactados por él mismo.
autores anónimos, estaban escritos con letra no muy grande,
ilustraciones amplias y un contenido ameno y sencillo de leer. Gracias a
Calleja llegaron a los niños las recopilaciones de los hermanos Grimm,
los cuentos de Andersen, Las mil y una noches y
tantos otros. Adaptaba los cuentos a su manera, tomándose licencias curiosas
como la de hacer que El soldadito de plomo, cuando salía del cuarto
de los juguetes y comenzaba a sufrir sus desventuras, lo hiciera no por el amor
a la bailarina, sino por su devoción a la Virgen del Pilar.
finales sino también los nombres de los personajes. De esta manera, “Hansel y Gretel” fueron
“Juanito y Margarita” y “El
Barón Munchausen” pasó a ser “El Barón de la Castaña“.
en muchas casas hay baúles y estanterías donde se guardan como tesoros aquellos
primeros cuentos para niños que les hicieron reír, imaginar, disfrutar y querer
ser escritores o dibujantes. Y sobre todo, que les iniciaron en el mundo de la
lectura.
cuento que Calleja”
This is where we live
Dando un paseo por la deliciosa Caja de los Hilos de Soledad Felloza, he encontrado, entre otras, esta maravilla. Una obra de arte realizada en solo tres semanas por la productora 4th Estate. Una delicia.
Disfrútenlo.
“Ariel”
Un clásico: El pequeño Nicolás
disfrutado todos estos días de muchas sesiones de narración y muchos pares de
ojos atentos y ávidos de historias, desde los más pequeños hasta los mayores.
Muchas anécdotas y mucho cariño el que me he llevado estos días y que sigo
coleccionando.
tiempo de leer un par de libros. Hablaré de uno hoy, y en estos días comentaré
los demás.
que todavía no había caído en mis manos. Traducido del francés “Le petit
Nicolas” y escrito en 1960 por René Gosciny,
el famoso autor de Asterix y Obelix, he encontrado la edición de Alfaguara de 1993, con fantásticas
ilustraciones de Sempé.
Nicolás, cuya edad no se comenta pero que estimo en 6 o 7 años, narradas en
primera persona, hablan de su día a día en su casa, en la escuela y con
sus amigos, pero es tal la simpatía que despliega Gosciny utilizando el punto de
vista ingenuo e inocente del niño, que no pude evitar reírme a carcajadas en
más de una ocasión. Su visión del mundo de los adultos y del suyo propio, sus
anécdotas y las de su pandilla, contadas con un sentido del humor desmedido y
una ironía finísima y brillante, hacen que comprenda por qué ha tenido tanto
éxito y se ha convertido en un clásico de la literatura infantil.
recuerda a la serie “Manolito Gafotas”, de Elvira Lindo. Forma parte de estos
libros que, aunque nos lleguen cincuenta años después de haber sido escritos,
mantienen absoluta vigencia y son igualmente queridos y recomendados.
cuatro títulos de la colección:
pequeño Nicolás
pequeño Nicolás
pequeño Nicolás
problemas
disfruten!
El abuelo que saltó por la ventana y se largó
tanto. Llegué a este libro porque en la librería que frecuento estaba altamente
recomendado. Así que con mucha curiosidad y una gran dosis de escepticismo me
lo llevé. Pensé en primera instancia que era uno de esos libros que pretenden
cocinar recetas de felicidad y optimismo para que vivas mejor. Y, curiosamente,
no siéndolo en absoluto me ha hecho definitivamente feliz.
Karlsson, un anciano que vive en una residencia y cumple 100 años con un estado
de salud envidiable. Prensa, alcalde y personal se reúnen en el salón para
celebrar su fiesta, pero él no tiene el más mínimo interés en esas cuestiones,
así que decide salir por la ventana y largarse. Y ahí comienza una más de las innumerables
aventuras que vivirá en su larga y apasionante vida. Cuando uno suele pensar
que a esa edad ya hace rato que se está en disposición de alimentar a los
gusanos, él tiene claro que le queda mucho por vivir, y ya “el azar dirá”. Y
dice, porque no tarda ni dos días en poner el país patas arriba.
construido, de un sentido común arrollador, práctico y terrenal, nos lleva de
la mano por la historia del siglo XX. En su vida como experto en explosivos,
conoce a personajes de lo más variados y participa en la Guerra Civil española,
en la 2ª Guerra Mundial, conoce a Truman, Churchill, Franco, Mao, trabaja como
agente de la CIA, ayuda en la construcción de la bomba atómica… en fin, de
guerra en guerra, con una trama complicada pero ágil, el libro se come en dos
días.
Jonas Jonasson. Y qué primera novela. El sentido del humor con que está
escrita, el paseo a través de la historia, los personajes principales (en
especial Benny, que me enamoró) y la capacidad para sorprender en cada página
(nada es lo que esperabas ni tienes idea de por qué senda continuará) me
parecen suficientes motivos para recomendar este Thriller que está
arrasando en ventas en toda Europa.
por Salamandra en rústica, en Enero de 2012. Cuenta con 416 páginas y cuesta
unos 18 o 19 euros.
Hasta debajo de las piedras
Foto Gustavo Sanabria (proyecto luzinterruptus)
Después de esta silenciosa semana, hoy comparto una experiencia encantadora que se va a realizar en esta mi querida ciudad de La Laguna. Según nos cuentan en la página del ATENEO de La Laguna, en la ciudad de Poznan, Polonia, celebran la primavera de los poetas colgando de los árboles poemas que los propios autores han cedido. La gente los arranca y se los lleva. En la laguna, entre el área de literatura del Ateneo y el Café Siete (cafetería que todos los meses dedica un espacio a realizar Misceláneas Literarias) harán este llamamiento para que todos los escritores que lo deseen puedan compartir sus letras entre las ramas. Si les apetece participar, sencillamente se trata de enviar un poema, aforismo o relato corto que será fotocopiado y liberado en la calle (puede ser anónimo o firmado, a gusto del autor). El día 23 de abril, fecha en que falleció Cervantes y Shakespeare, se hará la suelta de poemas en la calle. “De esta forma estaremos sacando a dos pájaros de una jaula: animando a la lectura y recordando que todo escritor, antes de ser libro, fue folio debajo de una piedra”. Se trataría de enviar los textos al correo electrónico librobuscalector@gmail.com antes del 23 de abril. El formato de texto sería en Word, Times New Roman, 12. Pocos modos hay más sencillos y efectivos de llevar a cabo un homenaje a un día tan especial y a todos los que, día a día, dejan un pedazo de sí mismos sobre el papel. Así que ya saben, ¡nos vemos entre las ramas! Información extraída de la página del ateneo de La Laguna.
¡Delincuente!
Desde niña he sido partidaria de leer con lápiz. Leer y subrayar frases que me gustaran, versos que me llamaran la atención o apuntar qué se me había ocurrido leyendo tal o cual párrafo. También he sido siempre de las que doblan las páginas del libro por no tener un marcador a mano (pese a tener cajas llenas), o de las que lo hacen para volver a esa página porque allí hay algo realmente especial. Mi madre no era en absoluto defensora de mis costumbres delincuentes para con los libros. Más de una bronca me cayó por hereje: “Así no se tratan los libros”, “Si necesitas apuntar algo ten siempre una libretita a mano”, “Rayar el libro es faltarle al respeto”, y un largo etcétera que en la escuela mis católicas maestras corroboraron siempre. Así que dejé de hacerlo y, por un tiempo, reprimí mis quehaceres malhechores. Sin embargo, cuando fui grande y empecé a comprarme mis propios libros, volví a las andadas. Lápiz. Siempre lápiz. Como un arma. Páginas dobladas por las esquinas superiores. Siempre superiores. ¿Como una víctima? Ahora, después de años de lectora y con la plena intención de dedicarme a la promoción de la lectura por donde quiera que vaya, sigo creyendo que subrayar un libro es regalarme a él, que apuntar en un margen un pensamiento es crearme a mí misma a partir de las palabras, que doblar la página superior (una o cien) de cada libro estoy recordando cuánto me ha aportado y con qué me quedo del mismo y por dónde es el camino de vuelta si quiero releerlo, recomendarlo, compartirlo, reseñarlo… Por eso me llaman la atención siempre los libros viejos, los libros rayados, escritos, doblados, dedicados en su portadilla; los que han pasado por quiénsabecuántas manos antes que por las mías. Creo que un libro nuevo es un libro vacío, insulso, plano. Necesitan de nuestros sentidos para tener sentido. Eso sí, los álbumes ilustrados son para mí una excepción. La gran excepción. Los disfruto y los cuento con los lápices lejos y las hojas bien derechitas. Como diría mi madre, “los trato bien”. ¿Y tú? ¿Cómo “tratas” a los libros?
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