Días de Reyes Magos
Hace unos días terminé de leer “Días de Reyes Magos”, de Emilio Pascual. No hace mucho reseñé brevemente “El fantasma que anidó bajo el alero” (aquí), también suyo y, francamente: no puedo decir cuál me ha gustado más. Sólo que pasan definitivamente a mi lista de “IRREEMPLAZABLES, NECESARIOS, ABSOLUTAMENTE RECOMENDABLES”. El fantasma que anidó bajo el alero era una verdadera oda a la narración oral. Días de Reyes Magos lo es a la literatura escrita. La guerra de los botones (que estoy en disposición de leer), El Principito, El viejo y el mar, Hamlet, El misterio del cuarto amarillo, La Isla del Tesoro… son algunos de los muchos libros que cita. Ulises, un adolescente que apenas lee ni siente interés por nada (un personaje que, para ser el protagonista, es bastante insulso), imbuido en sus problemas familiares, a los que no encuentra solución, comienza a encontrar libros dirigidos a él en su buzón, como si se tratara de los mismísimos Reyes Magos que le entregan regalos a destiempo. Huye de clase y escapa al metro, donde comienza a acompañar a un ciego, como un lazarillo (primer libro que el muchacho devora), al que cada día lee textos en voz alta. El ciego es uno de los grandes personajes que Emilio crea en esta historia. Acompañado de Cali, amiga de Ulises, son los que realmente dotan de vida a la narración y la llenan de humor inteligente, belleza y frescura. La trama del libro es cómoda. Se hace ágil (más que la de “El fantasma anidó bajo el alero”) y envuelve rápidamente, sin necesidad de atajos. De un tirón entras en la historia, pero cuesta mucho más salir de ella. Uno encaja dentro, sencillamente. La edición, bellísima. También en este caso ilustra el libro Javier Serrano, de un modo igual de oscuro y misterioso que el de “El fantasma…”. No me parecen las ilustraciones más adecuadas, más por el estilo que por el contenido. Son sugerentes siempre, pero me dan sensación de caos, en ocasiones las siento inconexas, imprecisas, opacas. Es de esos libros que cuando termina, da rabia. Uno necesita seguir dentro: abrigado, en calma. En fin, un libro para leer, señores. “Días de Reyes Magos”, Emilio Pascual. Editorial ANAYA, 1999. Premio Lazarillo 1998. Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, 2000.
And the OSCAR goes to…
Merecidísimo. El OSCAR al mejor corto de animación es para esta maravilla: “The Fantastic Flying Books of Mr. Morris Lessmore”
Para el que no lo haya visto… ¡A DISFRUTAR!
Sí que te gusta leer (pero igual no lo sabes)
Qué gracia me ha hecho. Esta mañana he visto que la Secretaría de Estado de Cultura ha lanzado en Internet una curiosa campaña de comunicación y concienciación social a favor de LA LECTURA dirigida a los jóvenes, en el marco del Plan de Fomento de la Lectura al que han titulado “Sí que te gusta leer (pero igual no lo sabes)”. Si pinchas AQUÍ podrás entrar directamente y verlo. Nadas más llegar, encuentras dos carteles: “CLARO QUE ME GUSTA LEER” y “QUE NO, QUE NO ME GUSTA”. El joven, supuestamente (y uno mismo, que ya no es tan joven), se sentirá identificado con uno de los letreros y pinchará encima. Te piden entonces que te identifiques (esta vez a nivel de identidad) con tu nombre y tu sexo. Y comienza la acción, al estilo de la colección de libros “ELIGE TU PROPIA AVENTURA”. ¿El posible premio final si lo haces? Un E-Reader. Tu nombre es el de la protagonista de la historia, y puedes escoger qué sucederá hasta el final, donde encuentras unas casillas para meter tus datos y entrar en el sorteo del E-Reader. Supongo que me gustaría más esta campaña si no diera la sensación de que a los jóvenes les tiene que gustar la lectura SÍ o SÍ, o si al final no hubiera un premio que conseguir como cebo para que comience a leer. Sin embargo me parece atractiva para los chicos, está bien hecha, interactiva y con una historia sencilla y apropiada para el adolescente. Si no le gusta leer, con probabilidad seguirá sin gustarle, pero al menos habrá leído un texto entretenido y, con suerte, conseguirá un E-Reader. En fin.
Derechos del lector: Pennac y Quentin Blake
¡¡Biblioguagua!!
No sé cómo no he hablado antes de la Biblioguagua Municipal de Santa Cruz de Tenerife. Tal vez porque siempre se me escapa y suelo visitar la Biblioteca Pública, ligeramente más estable. La Biblioguagua funciona desde hace más de treinta años y atiende a los barrios periféricos de la ciudad. Ofrece los servicios que solemos recibir en las bibliotecas habituales: préstamo de libros, información bibliográfica y general, consultas, etc. El acceso es libre y gratuito. Es preciso poseer en carné lector (que puede adquirirse allí mismo o en cualquiera de las bibliotecas de la Red BICA (Red de Bibliotecas Públicas Canarias) y cada usuario puede retirar hasta 3 documentos (libros, revistas o CD/DVD) durante un mes. ¿Que cuál es la ruta? Incluye los barrios siguientes: La Alegría, Cuesta Piedra, Chamberí, Chimisay Bajo, Echeyde, El Sobradillo, El Tablero, García Escámez, Igueste de San Andrés, Juan XXIII, La Gallega, La Salud, Las Delicias, Los Campitos, María Jiménez, Miramar, Barrio Nuevo, San Andrés, San José, Barrio Obrero, San Pío, Santa María del Mar, Somosierra, Tío Pino y Villa Ascensión. AQUÍ se puede consultar el itinerario hasta Marzo de 2012, y AQUÍ, más información.
La larga siesta de papá
Un niño y su cometa en el viento. El viento se sentía feliz y el niño también lo era, lo era tanto que sintió la necesidad de compartirlo con alguien, por ejemplo, con su padre.
El niño, como casi todos los niños, pensaba que su padre era lo más importante del mundo, más que el viento, la cometa o un gran plato de arroz con la flor de la miel. Pero el padre, como muchos padres, era más amigo de dormir la siesta o de tomar el té con los amigos que de perder el tiempo con cosas de niños. El niño invitó a su padre a jugar con la cometa, a reír con el viento.
El padre, como casi todos los padres, respondió:
– Tengo cosas más serias que hacer. Déjame dormir tranquilo, ¿quieres?
El niño se puso triste y el viento se enfadó. Sí, el viento se enfadó y como era amigo de todos los espíritus de la antigua China fue a pedirles ayuda. Y habló con el espíritu del tiempo que es largo y llega desde el principio hasta el fin de casi todas las cosas.
Y el espíritu del tiempo consultó con el espíritu del sueño, que es redondo, se repliega sobre sí y runrunea. El viento, el sueño y el tiempo tomaron una decisión y el padre se quedó dormido un día y otro, una semana, un mes y otro mes, un año y otro año y otro año… La cometa del niño se fue haciendo pedazos.
El niño creció, fue hombre, tuvo hijos y les hizo cometas que también se hicieron pedazos. Y mientras, el padre dormía. Cuando el tiempo, el viento y el sueño decidieron que era suficiente, mandaron un enorme moscardón de bambú, de tres colores y muy ruidoso, a que se posase sobre la nariz del padre.
Y el padre se despertó para encontrarse cara a cara con aquel anciano tan triste. – ¿Quién eres tú? -preguntó el padre-. ¿Qué haces en mi casa?
– Soy un anciano al que dejaste sin recuerdos y sólo por dormir la siesta.
– No sé qué quieres y no te conozco. – Me conoces. Soy tu hijo. Crecí sin jugar contigo. Tuve hijos sin que jugaras con ellos. Y el anciano, tomando entre sus manos las manos del padre, le preguntó con todo el cariño que aún no había recibido:
– ¿Has dormido bien, papá?
Duérmete ya, ¡joder!
Me encuentro en la biblioteca, y como soy “usuaria VIP” entro en la sala donde las chicas seleccionan los libros, tejuelan, archivan… entre otras múltiples tareas. Susi me alcanza un libro: “échale un vistazo”, me dice. Tengo entre las manos un libro álbum mediano que me recuerda en seguida al formato de algunos de Ekaré, como “La sorpresa de Nandi” o “Niña bonita”. Se titula “Duérmete ya, joder”. Las letras, blancas sobre fondo negro, se pueden leer a la perfección, salvo el “joder”, que queda casualmente ubicado sobre la luna llena, lo que impide que sea reconocido en una primera mirada rápida. En la portadilla, sin embargo, se ve claramente. Comienzo a leer: “Los gatos se acurrucan con sus gatitos las ovejas duermen con sus bebés. Tu cama está calentita, cariño. Venga, duérmete ya, joder”. (…) “Las águilas voladoras han conciliado el sueño, los animalitos que corren y nadan, también. No tienes sed, no me jodas, no mientas. Anda, túmbate y duerme de una vez.” Así, otras doce estrofas que leo boquiabierta. ¿Esto es un libro álbum para niños? Leo la contraportada: “este es un cuento para sufridos padres con los pies en la tierra, donde un puñado de gatitos adormilados y rimas cursis no siempre ayudan a que las criaturitas se entreguen a los brazos de Morfeo. Deslenguado, tierno y radicalmente sincero (…). Magnífico, subversivo y desternillante.” Me meto en internet y veo que en Estados Unidos es un best seller desde hace más de medio año, que tiene página en Facebook en español y en inglés. Al parecer todo empezó cuando el autor, Adam Mansbach, profesor de literatura, comenzó a escribir esas rimas en su Facebook, histérico y desanimado porque le costaba muchísimo que su hijita de dos años se durmiera por las noches. Sus amigos le animaron a que las reuniera en un libro, la editorial Reservoir Books se interesó y Ricardo Cortés puso las ilustraciones. Algunas sencillas y adecuadas a mi gusto, y la mayoría inquietantemente prescindibles. Francamente, que un hombre escriba estas cosas me parece simpático, que uno traduzca en humor e ironía su sentimiento de frustración es un mecanismo más de comunicación, pero que lo haga plasmándolo en un libro álbum con ilustraciones claramente dirigidas a los niños, en una portada que esconde lo soez del título, y que es perfectamente confundible con un libro para primeros lectores, no me parece acertado en absoluto. Si es para adultos, que se note. Y, por dios, si vas a dedicarle un libro a tu hija de dos años, plantéate si realmente quieres incluir entre sus versos: “Una furia asesina me invade, mi vida. De verdad te lo digo, duerme y deja de joder”. Aunque, bueno, parapetados en sentido del humor hay muchos por ahí soltando puñaladas a diestro y siniestro. Si lo encuentran, coméntenme lo que opinan. Me encantará saberlo.
MAREA AMARILLA
Wislawa Szymborska
Hace un par de años, un amigo me vino a buscar al lugar donde trabajaba. Fuimos a tomarnos un café. En algún momento de la mañana me dio un regalo. Era AQUÍ, un libro de una poeta que no conocía entonces y cuyo nombre me resultaba impronunciable: Wislawa Szymborska. “Es polaca. Maravillosa. Tienes que tenerlo”, me dijo. Lo era. Lo es. Después me hice con otros poemarios suyos: El gran número, Fin y principio, Paisaje con grano de arena… Es una poeta a la que se vuelve como se recuerda un paseo agradable bajo los eucaliptos, como quien se toma un chocolate caliente mientras llueve afuera, como quien ríe porque el mundo sucede o a pesar de ello. Ayer Wislawa moría víctima de un cáncer de pulmón, anciana, guapa e irónica como era, tranquila y caliente en su cama. Yo me quedo con la tranquilidad de que existió y con el consuelo de sus versos entre los dedos, para cuando quiera resucitarla despacito y compartirla. Como ahora: AMOR A PRIMERA VISTA (de Fin y Principio, 1993). Ambos están convencidos
de que los ha unido un sentimiento repentino.
Es hermosa esa seguridad,
pero la inseguridad es más hermosa.
Imaginan que como antes no se conocían
no había sucedido nada entre ellos.
Pero ¿qué decir de las calles, las escaleras, los pasillos
en los que hace tiempo podrían haberse cruzado?
Me gustaría preguntarles
si no recuerdan
-quizá un encuentro frente a frente
alguna vez en una puerta giratoria,
o algún “lo siento”
o el sonido de “se ha equivocado” en el teléfono-,
pero conozco su respuesta.
No recuerdan.
Se sorprenderían
de saber que ya hace mucho tiempo
que la casualidad juega con ellos,
una casualidad no del todo preparada
para convertirse en su destino,
que los acercaba y alejaba,
que se interponía en su camino
y que conteniendo la risa
se apartaba a un lado.
Hubo signos, señales,
pero qué hacer si no eran comprensibles.
¿No habrá revoloteado
una hoja de un hombro a otro
hace tres años
o incluso el último martes?
Hubo algo perdido y encontrado.
Quién sabe si alguna pelota
en los matorrales de la infancia.
Hubo picaportes y timbres
en los que un tacto
se sobrepuso a otro tacto.
Maletas, una junto a otra, en una consigna.
Quizá una cierta noche el mismo sueño
desaparecido inmediatamente después de despertar.
Todo principio
no es mas que una continuación,
y el libro de los acontecimientos
se encuentra siempre abierto a la mitad.
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